Encontrarse en un espacio sin ruidos nos permite escuchar mejor las voces interiores, reflexionar sobre esas impresiones que nos llegan camufladas entre el ruido, entre el estruendo de los gritos. Por eso, estos �ltimos d�as hemos podido comprender mejor d�nde residen los principios �ticos de quienes, ante el clamor de la ciudadan�a, no s�lo no escuchan, sino que incluso cierran los ojos para no ver el dedo acusador.

Ante los testimonios de tortura, silencio; un silencio cobarde, insolidario y, pol�ticamente, irresponsable. Ante lo ins�lito de que un grupo de ciudadanas y ciudadanos vascos anuncie su ingreso en ETA como consecuencia de un acoso policial incontestable, silencio; silencio censurable en los medios de comunicaci�n que han llenado estos d�as sus p�ginas alabando esa Constituci�n espa�ola que firm� el franquismo oficial y mon�rquico, junto a socialistas, comunistas y liberales; silencio irresponsable de pol�ticos presuntamente interesados en resolver el conflicto que sufre Euskal Herria.

No se trata de exigir condenas, oficio en el que s� se prodigan dirigentes pol�ticos, sindicales, empresariales y episcopales de este pa�s. �Qui�n no condena la tortura? �Si lo hacen hasta quienes persiguen a los torturados que logran guardar algo de resuello cuando llegan al tribunal especial madrile�o! �Alguien espera que el ministro de Interior o el director de la Guardia Civil no condenen p�blicamente la tortura? Lo hacen cada vez que les llega un informe internacional poniendo en cuesti�n el sistema de detenci�n en el Reino de Espa�a; lo hacen porque saben que, en estos casos, el silencio ser�a interpretado como una aterradora confesi�n.

La sociedad vasca no permanece en silencio ante estas situaciones, y cada vez les cuesta m�s que la ciudadan�a espa�ola permanezca sorda a esos gritos. Por eso pretenden imponer un oscuro velo sobre denuncias tan atronadoras. Para ello cuentan, por supuesto, con quienes comen de su mano. No nos enga�emos. Escuchemos el rumor de ese silencio.