Amparo Lasheras Periodista
Objetivo, derrotar a Scrooge
Nos encontramos en pleno periodo navideño y la sensación de acoso publicitario para consumir y gastar por encima de nuestro poder adquisitivo es algo tan generalizado como ese deseo incomprensible y absurdo de que todas las personas sean felices justo la última semana del año. Es cierto que en este mundo de colores tan abusivos y ficticios todavía existe quien intenta salir de la alocada espiral navideña, mirándola como una situación insalvable de la que quizás sólo hay que aceptar que cuando nieva recupera un gramo de la mágica tristeza que Andersen o Dickens describieron en sus cuentos. Pero, haciendo un ejercicio de íntima sinceridad, la verdad más inconfesable es que todos y todas, cuando nadie nos ve, guardamos un pequeño espacio de tiempo para pedir, ya sea a los espíritus literarios de la Navidad, al Olentzero o al año nuevo, que se cumplan los sueños que tanto inquietan y revolucionan la vida y el futuro. Lo habitual suele ser brindar y pedir salud, porque sin ella todo lo demás sobra. Aunque hay que reconocer que también existen deseos menores que si se convierten en realidad, reconfortan y devuelven una de las muchas chispas que hacen que la vida sea algo más que Coca Cola. Puede que este año para las personas que lo han perdido todo en invasiones y guerras injustas, ver como un zapato impacta en el rostro de Bush suponga una alegría imprevista, una sonrisa de orgullo y el gesto deseado de una anhelante rebeldía.
Dejando atrás las sensaciones navideñas y aterrizando en un plano político más cercano, se me ocurre pensar que, en estos momentos, Patxi López, enamorado del Euskobarometro, sueñe desesperadamente con ser el siguiente inquilino de Ajuria Enea. Y si nos molestamos en hacer un análisis rápido de las últimas declaraciones del presidente del EBB, ¿podríamos afirmar que Iñigo Urkullu, arrebatado por incertidumbre y la avaricia política, pedirá a los reyes magos la ilegalización de la expresión electoral de la Izquierda Abertzale en los siguientes comicios autonómicos?
Por desgracia, la respuesta nada tiene que ver con los cuentos navideños de Dickens. No me estoy refiriendo a nada nuevo. En las anteriores elecciones autonómicas, con la irrupción de EHAK en el panorama político-electoral, pudimos escuchar del entonces presidente del PNV, Josu Jon Imaz y del propio Ibarretxe, declaraciones iguales o muy similares. Afirmaciones como «todo el mundo sabe que EHAK y Batasuna son lo mismo» o «no entendemos por que es ilegalizada Aukera Guztiak y EHAK no», escondían un doble mensaje. Con un lenguaje benévolo, intentaban hacer creer que el PNV se posicionaba en contra de la estrategia de ilegalización y, con la boca pequeña, mientras se frotaban las manos, aportaban su granito de arena a la criminalización de la IA, fortaleciendo con ello el discurso del PP.
A estas alturas de la película no supone ningún escándalo afirmar abiertamente que ni el PNV, ni EA, ni Aralar o EB han sido capaces de tomar una sola medida, una mínima iniciativa para romper el apartheid que, en ayuntamientos y diputaciones, se aplica a la IA. Al contrario, toda la ciudadanía vasca ha sido testigo privilegiado de cómo el Gobierno de Lakua, adelantándose a cualquier resolución judicial de los tribunales españoles, ha ejercido la ilegalización de facto y ha obrado como si la formación abertzale estuviera enterrada en los anales de la historia. Este órgano ha impulsado encuestas de intención de voto en las que la opción independentista no ha tenido cabida. Sin embargo, resulta curioso que en un sondeo realizado hace pocas semanas sí incluyera a la IA, no para romper con la ilegalización, sino para demostrar a EA el error que supone bailar sola, lejos de la sombra del PNV, pronosticándole con ello un futuro muy incierto. Y es que el único deseo de los jeltzales es plantear y resolver con éxito una ecuación matemática, en la que se diga que si la IA es ilegalizada, Ibarretxe dispondrá de más opciones para ser lehendakari, a pesar de que en sus últimas apariciones públicas Urkullu haya querido atribuir el beneficio de la aplicación o no de la Ley de Partidos exclusivamente al PSOE.
Pero, ¿por qué está tan nervioso el PNV? Muy sencillo, porque tiene miedo. Saben muy bien que después de treinta años de ordeno y mando, las elecciones de marzo serán las primeras en las que los jeltzales se tambalean en la cuerda floja y pueden perder la Lehendakaritza. Las que tenemos unos años ya les hemos visto abandonar su primacía en beneficio del PSOE, un detalle de cálculo electoral que no impidió que Ardanza fuera proclamado lehendakari. Ahora, en el 2009 las cosas han cambiado más de lo deseado y las hipótesis lejanas se han convertido en riesgos reales. Corren el peligro de no ser la primera fuerza y quedarse fuera de Ajuria Enea. Y como Basagoiti no parece ser la opción predilecta del PSE para formar gobierno, Iñigo Urkullu y los dirigentes socialistas han dado pistas más que suficientes para interpretar que al día siguiente de las elecciones ambos partidos intentarán iniciar un nuevo tiempo político, basado en reeditar recetas del pasado con errores ya conocidos. Existe una confluencia de intereses entre ambos partidos para no cambiar el estado de las cosas. El PSE porque debe de salvaguardar la unidad de España para que la soberanía siga residiendo en el pueblo español, imponiendo así el espíritu de la Constitución, rechazada por la sociedad hace treinta años. Y el PNV porque su proyecto político consiste en gestionar sus negocios en un marco que divide territorialmente el sujeto político e imposibilita decidir libremente su futuro. Los socialistas temen que se les resquebraje la unidad de España y a los nacionalistas les horroriza saber que en un escenario democrático no serán la primera referencia política abertzale.
Como en el Cuento de Navidad de Dickens, todo sería perfecto y sin problemas si en Euskal Herria no existiesen espíritus contradictorios, capaces de conformar una mayoría social que vislumbra un futuro opuesto al concierto político y a la reforma estatutaria que propone el PNV, dejando además en evidencia que esa propuesta resulta caduca. El Think Gaur que cuenta todos los domingos en los informativos de EITB en un espacio privilegiado, sólo es una cortina de humo para intentar ocultar que el partido de Urkullu, Azkuna y compañía no ofrece nada para el futuro. Una manera de desviar la atención al hecho de que no pretende solucionar el conflicto si no alargarlo mediante la perpetuación de un marco más que agotado, según indican las muestras de debilidad política que ofrece Sabin Etxea, ya sea en materia futbolística y de oficialidad o en la fusión de las cajas. Los desfalcos y la corrupción descubierta en el Guggenheim, en el museo Balenciaga y en la Hacienda de Gipuzkoa constituyen la evidencia más firme del ocaso y de la degeneración política y de gestión de los peneuvistas. Afirmando que el ciclo de Ibarretxe está agotado, afirmamos también que el ciclo del PNV y a su vez, el ciclo autonomista, está llegando a su fin. Por todo ello, una vez pasadas las elecciones, resulta probable que PNV y PSOE se lancen a la carrera de establecer una reforma estatutaria ya negociada. Pretenden enterrar las condiciones políticas y sociales que, hoy, en Euskal Herria, pueden abrir un nuevo ciclo político basado en la superación del marco. Parece innegable que nos encontramos en una situación de tránsito, entre dos ciclos, uno que no termina de morir y otro que no termina de nacer.
Si después de completar la lectura de la realidad leemos con atención las anotaciones al margen, comprenderemos que el trabajo inmediato debe ser definir con eficacia el camino hacia el nuevo ciclo, hacia la consecución real de un escenario democrático. Y para que los deseos y las intenciones no deambulen en la demagogia política resulta imprescindible la implicación de todos aquellos sectores que apuestan por esos objetivos. La valentía política es hoy más necesaria que nunca, a pesar de que todavía existe demasiada distancia entre el discurso y la práctica diaria de ciertos agentes.
El pueblo demanda soluciones y la IA no es ajena a esa demanda, ni al compromiso sincero con un pueblo que ya ha sufrido demasiado. Termina el tiempo de unos pocos y comienza el tiempo de Euskal Herria. Ya que estamos en época navideña, seamos optimistas y pensemos que el espíritu del futuro que creó Charles Dickens ha derrotado al avaro Scrooge, es decir a Urkullu y compañía. Al fin y al cabo todos los Scrooge se parecen.