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ASTEA MUNDUAN

El mundo se mueve y nosotros seguimos en foto fija

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Primero nos dijeron que era «cosa de negros». Que el derecho a la autodeterminación debía circunscribirse a situaciones coloniales. Y, ya se sabe, no somos negros.

Tras la espantada que siguió al fracaso de la Perestroika, nos explicaron que la autodeterminación era sólo reivindicable por los territorios que tenían estatus de repúblicas soviéticas. Y nosotros nunca fuimos república.

Caído el Muro de Berlín, la RFA absorbió abiertamente a la RDA mientras Chequia y Eslovaquia se separaban (se autodeterminaban) amigablemente. «Situaciones inaplicables por estos pagos», nos recordaron.

La Yugoslavia post Tito siguió el camino de la URSS. Tras Eslovenia, Croacia, Bosnia y Macedonia, Montenegro -que lo único que no tiene serbio es casi el nombre- se independizaba en 2006 sin un sólo tiro. También fue república, Solana dixit.

Hasta que en 2008 le tocó el turno a la provincia, autónoma, pero provincia, de Kosovo. «No querréis repetir el drama balcánico...», nos reconvienen. ¿O amenazan?

Quebec, Escocia, el norte de Irlanda... Ya se sabe, «es la flema anglosajona».

¿Y Bélgica? «Eso es otra historia», nos insisten los mismos de siempre.

Mientras, nosotros seguimos esperando en seis provincias «latinizadas». Forzados a no movernos pese a que todo el mundo se mueve. De vivir, Galileo Galilei moriría hoy quemado en una hoguera española. O francesa.

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