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José Luis Orella Catedrático senior de universidad

Año nuevo, nuevas normas

El autor defiende en este artículo que los textos (leyes, reglamentos, normativas...) son artificios de clases dominantes, bien sean políticas, económicas o religiosas, que poco tienen que ver con el verdadero desarrollo de la sociedad real. De hecho, la sociedad, cuando lo considera oportuno, tiende a pasar por alto las normativas y otros textos en su vida cotidiana, enfrentándose por ello y en ocasiones a la burocracia dominante y aun a los castigos establecidos. Para Orella, es tiempo de revisión de textos, de adecuación de normativas, leyes... a las nuevas tendencias y exigencias sociales. Así, la sociedad «debe estudiar las nuevas tendencias, aceptar las nuevas categorías, canalizar las nuevas normas de conducta y crear nuevos textos».

D eseo comenzar este artículo afirmando el engañoso papel normativo de los textos históricos. Los políticos en vida civil están obsesionados por las leyes, por los reglamentos, por los textos (llámense Constitución o estatutos) mientras que la realidad es tozudamente alérgica a los mismos. Otro tanto podríamos decir de los textos promulgados por entidades, sociedades y aun iglesias. Los textos sólo están vigentes por la violencia.

La sociedad es anterior a los textos, acompaña tímidamente su edición y luego, con la propia vida social, los transforma, modifica o invalida. La vida cotidiana de la misma sociedad contra la reticencia de sus dirigentes que no son verdaderos líderes, es la que cambia, transforma y aun anula la vacía y pomposa promulgación que han hecho los políticos de esos textos.

Un ejemplo nos servirá para demostrar cómo la sociedad pasa por alto las normativas y los textos en la propia vida cotidiana. En efecto, hay una normativa sobre las «Rebajas» a las que se les ha señalado un tiempo concreto de vigencia. Pero los empresarios durante todo el otoño no han vendido un pincel, creen que es ahora en tiempos festivos cuando se puede vender algo como regalo de la Navidad o de Reyes y han implantado unas rebajas camufladas, rebajando el 20, 30 y hasta el 50% de los antiguos precios. Y para más evidencia, colocan el antiguo precio junto al nuevo ofrecido ahora, aunque no sea por el procedimiento de las rebajas. Es un ejemplo que desborda las anquilosadas normativas.

Tanto en la vida civil como en la religiosa los dirigentes no son ni verdaderos líderes, ni sus representantes porque creen controlar mejor a sus subordinados imponiendo unos textos que luego ellos mismos se encargarán de reinterpretar en su propio beneficio. Sin embargo, las oligarquías dirigentes civiles y religiosas se han aupado al poder y no decaen de su función aunque la sociedades los detesten.

Las sociedades, tanto civiles como religiosas, son entes vivos que tienen su propia dinámica, se alimentan, se desarrollan, generan sus propios hijos y aceptan los préstamos del entorno. Las sociedades tienen sus propios dirigentes que ellas mismas temporalmente los renuevan, acomodándose a las estaciones del tiempo y a los acontecimientos extraordinarios que se suscitan. La vida individual y la de las sociedades no necesita de andaderas ni de canales de contención. Pero luego vienen las castas políticas y religiosas que se imponen. Y cuanto más perpetuadas en el poder más convencidas se muestran de su papel.

A las oligarquías dirigentes no les basta con mandar en el momento, por lo que suscitan y fuerzan la redacción de textos escritos. Textos escritos que llegan en momentos difíciles y cruciales de la vida de una sociedad. Pero estas castas siguen intentando conservar su protagonismo una vez superado el momento crucial y conflictivo.

El objetivo de los textos es ordenar la vida social. Redactan estos textos los burócratas de la sociedad, los políticos de oficio, los que viven con la excusa de la necesaria dirección, succionando la vida de la misma sociedad. Y textos nacidos en un momento histórico son desde entonces impuestos como raíles por donde debe caminar y como canales que limitan la exuberancia vital de la sociedad.

De modo que para entender el ser de cada una de estas sociedades ya no basta el efluvio vital de las mismas, sino que el referente debe ser aquel texto escrito hace siglos, lustros o años. Y estamos hablando de textos escritos en circunstancias puntuales superadas, en moldes lingüísticos antiguos que deben ser interpretados, que utilizaron soportes filosóficos y sociológicos que ahora nadie se atrevería a sostener racionalmente.

Y lo dicho vale para todo texto normativo clásico como Bardo Thodol, Bhagavad-Gita, Biblia, Chung Yung, Corán, Dasam Granth, Dharmapada, Documento de Damasco, Evangelios, Granth Sahib, Janam Sakhis, Kanjur, Mahabharata, Mahavansa, Mahavastu, Nag Hammadi o la Constitución española de 1978.

Este contraste permanente entre el flujo vital de una sociedad y el texto interpretativo antiguo, nacido en un momento histórico concreto, pervierte y anquilosa todo desarrollo. De este enfrentamiento la única beneficiada es siempre la clase dirigente que se aferra al poder con uñas y dientes, creando una burocracia, obligando a la interpretación que ella misma da de ese texto y teniendo a su servicio unos jueces que castigan con penas pecuniarias, de cárcel o de amenaza eterna el incumplimiento de esta interpretación clasista. Ante estas trabas burocráticas fosilizantes, la única perjudicada es la sociedad, ya sea civil o religiosa.

Como los textos de las sociedades que eran flor puntual e histórica, con el tiempo se han deificado y fosilizado, más aún, se han hecho eternos e irreformables, se exige urgentemente para la puesta al día de estos mismos textos, una ruptura del mito primigenio. Los redactores de esos textos, aunque estuvieron iluminados por una luz superior, no se vieron libres de utilizar las categorías filosóficas del momento. Ni los dirigentes religiosos hindúes o chinos, ni Moisés, ni Pablo de Tarso, ni los evangelistas, ni los constituyentes españoles fueron demiurgos que utilizaron un lenguaje que superara las categorías filosóficas del momento. Filosofías, por otra parte, hoy sustancialmente olvidadas.

Por lo tanto, es necesario un trabajo hermenéutico de los textos que siempre queda manco, porque le falta el aliento vital de la sociedad que acompañaba al propio texto. Además, esta reforma interpretativa está básicamente trucada por ser llevada a cabo por una oligarquía política y burocrática. Superados los textos, no nos queda otra solución que acudir y preguntar a esa misma sociedad, que en su momento dio origen a aquellos textos y que hoy en día, en continuidad vital con su pasado, pretende reformarlos por medio del uso y de la costumbre.

Por lo tanto, por higiene mental, superando ese colapso burocrático e interesado, la misma sociedad, condicionada en sus acciones vitales por las nuevas circunstancias, debe reinterpretar los textos antiguos. Debe estudiar las nuevas tendencias, aceptar las nuevas categorías, canalizar las nuevas normas de conducta y crear nuevos textos. La crisis ha desguazado textos y líderes. Y tras la crisis global son necesarios nuevos líderes, nuevos partidos políticos y nuevas normas sociales.

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