José Luis Merino Escritor
La ceguera del poder
Sumidos en esa ignorancia activa, todo el acontecer desplegado por los componentes del Departamento de Cultura se convertirá, mediante el moho de los días, en una carrera de imprevisiones y desaciertos
Por más que Kepa Junkera diga sentirse «sorprendido» por la críticas de sus colegas a las subvenciones de 702.000 euros concedidas por el Gobierno vasco, la razón está de parte de los más de 250 músicos vascos que han suscrito un manifiesto, calificando de «escandalosa» tal concesión para la grabación de tres discos.
Lo que se simboliza a través de ese manifiesto es la gran arbitrariedad imperante en el Departamento de Cultura de Gasteiz. Mas no se crea que se trata de un hecho aislado. Es una cadena de arbitrariedades inherentes, originadas desde el nacimiento de ese departamento. Todo principia cuando el partido político ganador de las elecciones pone al frente del citado departamento a personas de su confianza -quiere decir de su propio partido-, en vez de elegir a las personas más adecuadas, surgidas dentro del cuerpo útil de la sociedad, capaces de desarrollar una labor comunitaria eficaz.
Esto de no elegir a las mentes mejor preparadas de la sociedad para seguir empecinados en buscar las más acomodadas a los dictados de cada partido es una asignatura potencial harto pendiente. Y así, velados por la desigualdad, la cultura se convertirá en la celestina de lujo de aquellos que ostentan el poder: hoy en las incapaces manos de unos, y mañana en los diez trapaceros dedos de otros, con el apoyo letárgico de algún partido adlátere batiendo palmas según el color del ganador.
Lo que viene después de ese origen espurio es previsible. Aquellos a quienes se les concede el mando del Departamento de Cultura lo reciben como nuevo y extraño. No saben nada -salvo excepciones, siempre excepcionales-, porque nunca hasta entonces les preocupó la aventura del conocimiento estético, desconociendo de tal suerte que la belleza es la inteligencia hecha sensible. A partir de ese momento, sus actos se fabricarán favoreciendo al adicto a su partido y a quienes les sepan adular con especial habilidad. Cuando haga aparición algún arduo problema lo resolverán ensoberbecidos bajo la creencia de que quien tiene el mando y el poder, tiene la razón. Sin saber que la razón es independiente del mando y del poder.
Desde ese mando-poder cultural empezarán muy pronto a encubrir su ignorancia, mediante una actividad frenética. Sin orden ni concierto lógicos. Importa sumar eventos. Sumidos en esa ignorancia activa (que ya Goethe motejaba no sólo como perniciosa, sino como muy peligrosa), todo el acontecer desplegado por los componentes del Departamento de Cultura se convertirá, mediante el moho de los días, en una carrera de imprevisiones y desaciertos. El último de ellos el que ha provocado ese razonado manifiesto suscrito por más de 250 músicos vascos.
Para reforzar cuanto aquí se dice, me permito informar a los lectores de un hecho acaecido en torno a un libro de reciente aparición. Es un hecho insignificante, lo sé, aunque altamente ilustrativo. Verán. A propósito del libro «Habla Oteiza», se solicitó al Departamento de Cultura del Gobierno vasco una ayuda en forma de adquisición de ejemplares (120 unidades), por valor de 1.500 euros, IVA incluido. Obviamente, esos ejemplares tendrían un buen destino como son las bibliotecas provinciales y municipales del País Vasco. Pues bien, el 14 de abril del pasado año se recibió una contestación por escrito aduciendo que no existía «la posibilidad de realizar una compra directa de ejemplares» como la que se proponía en la solicitud. Se daba fe de la respuesta con el sellado correspondiente: «Irteera, Zkia: 144890». (Traducido quiere decir: «Salida, número: 144890»).
Con una evidente ceguera, diré mejor, con una perniciosa y peligrosa ignorancia activa, el Departamento de Cultura del Gobierno vasco considera a Kepa Junkera como un artista de primera, en tanto a Jorge Oteiza se le desestima, ignora y ningunea. Esta burda desatención para con el libro de Oteiza tal vez les sirva a los más de 250 músicos vascos como un ejemplarizante apoyo a la hora de defender sus legítimos intereses.
Pese a que al escultor de la barba blanca ya nada le afecta, me gana verle y hasta escucharle en la imaginación burlándose de todos con una buena carga de acíbar en la mejor de sus sonrisas: «Tengo el éxito de todos mis fracasos». Decididamente, el futuro sigue siendo la anticipación del pasado, en especial porque los años conocen cosas que los días desconocen.