A pesar de que imaginar 14 puntos de vista sobre un tema deriva de forma casi segura en conflicto, los catorce artistas que exponen en Montehermoso conviven en ese espacio para abordar, precisamente, cómo se desarrolla la convivencia dentro del «espacio interrelacional del mundo contemporánea». Ese sería el objetivo de la muestra comisariada por el director del centro, Xabier Arakistain, y Emma Dexter. La forma de llevarlo a cabo: reunir a catorce artistas de contextos muy diversos para poder proponer una reflexión abierta. La exposición se divide así en los diferentes 14 trabajos que tienen sentido por sí mismos pero que, al unirse en un mismo centro cultural -ocupando la totalidad de sus salas-, tienen un significado emergente.

El orden para conocer las diferentes propuestas queda en manos del visitante. Una buena forma, sin embargo, es descender por las cuestas hacia el depósito de aguas. En el camino, en los espacios de tránsito, se ven las primeras obras. El colectivo Sociéte Réaliste muestra su crítica visión sobre la inmigración en Europa con una pared empapelada de tarjetas verdes -distintivo que en EE.UU otorga a los inmigrantes derechos- jugando con un concepto a medio camino entre un carnet de identidad y un boleto de lotería. Al seguir descendiendo, el visitante se adentra en el laberinto de Daniel Baker. Con el juego óptico y las imágenes infinitas que generan un suelo y un techo de espejo, el artista deposita carteles que, a través de una estética circense, lanzan mensajes de prohibición cuestionando quién los envía y quién los recibe.

Aprender de los animales

A medida que se baja por las rampas se intuyen las vídeo- proyecciones que forman la propuesta de Marcus Coates. Las pantallas muestran a personas emitiendo el piar de los pájaros. El artista pretende reflexionar sobre la capacidad de estos animales para tener diferentes niveles de comunicación en un mismo momento. El mismo Coates ofrece otra vídeo-instalación al final de la exposición, en la que se adentra en los mundos de los chamanes.

La sala del depósito de aguas alberga varias de las obras. Situándose entre el arte y el activismo, el colectivo Claire presenta objetos que aunque a primera vista puedan resultar inofensivos -como monedas o luces de neón- lanzan una dura crítica sobre elementos del «hipercapitalismo». La valisoletana Dora García explicó en la presentación de ayer delante de sus dos video-proyecciones las performances de las que habían nacido. De toda la sala, sin embargo, el elemento que a primera vista más destaca es la tetera gigante de Mai-Thu Perret que «funciona a modo de reliquia de la fantasía cultural alternativa».

En el deposito también se pueden ver, además, la crítica a la autoridad que transmite Gardar Eide Einarsson o la reflexión sobre cómo se relaciona el fetichismo y el activismo que ofrece Josephine Meckseper. Los experimentos que proyecta a través de sus vídeos Artur Zmijewski buscan reflejar los conflictos que se derivan de la unión de grupos opuestos.

La exposición continúa en el primer piso, otro espacio que merecería una explicación por sí solo. Lynette Yiadom indaga en las formas clásicas de la pintura al óleo para expresar las diferentes personalidades de un mismo ser. El mismo espacio también guarda los collages de Delaino Le Bas o los cuadros de Nicole Eisenman. La catalana Eulalia Valldosera traza un mapa, con sus fotografías, de las estructuras que se esconden bajo las realidades sociales y Paula Trope muestra la realidad de las favelas de Río de Janeiro. 14 visiones tan diversas que merece la pena detenerse en cada una de ellas. Tiempo hay, al menos, hasta el 3 de mayo.