El 21 ya no recogió Emilia el GARA diario de delante de su puerta. Yacía en el suelo, herida de muerte a sus 95 años. Y anteayer, 23 de enero, murió en un día lluvioso de invierno, luego de que Garzón llevara a cabo una vez más su tropelía nocturna por las calles de Euskal Herria. Emilia, como tantas y tantos, ha caminado por la vida con el grito presoak etxera tatuado en el corazón desde años, desde siempre, ya siendo jovencita en el golpe militar del 36, desde el inicio de Gestoras, hoy en nuestros días... Emilia, con su cara de pan blanco, ha llevado calor, letra y besos al zulo de los campos de exterminio, a sus queridos presos y presas, ha roto a diario la catarata que desde Interior e Instituciones tratan de correr sobre los ojos de las gentes, ha quebrado con sus cartas, regalos y recuerdos esa ola de frío y soledad, de invierno permanente, que quieren que congele nuestros corazones. En frase de un preso político vasco de años, Emilia es una lucha coherente inmensa de generosidad y amistad. Musu bat.