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CRíTICA cine

«Revolutionary road»

Koldo LANDALUZE

No puedo evitar cierta sensación de inquietud cuando observo ciertas fotografías de los años 50 en las que se asoma una tipología de mujer de peinado, indumentaria y delantal impoluto que parecen sonreir a la vida continuamente y desde su idílica cocina. El American way of life de postguerra alcanza su cota de optimismo más siniestro a través de estas fotografías enmarcadas en paisajes soñados de casitas adosadas con derecho a jardín y whisky bajo el porche. Mientras ellas sonríen a la cámara, ellos son uno más entre la multitud. Conforman una riada en blanco y negro que viste con sombrero, traje y corbata. Siempre soñamos con descubrir la grisura oculta tras las sonrisas y anhelos de aquella generación «feliz» que ocultó sus demonios en el maletero de sus flamantes cadillacs.

Con “Lejos del cielo”, el cineasta Todd Haynes planteó un brillante ejercicio cinéfilo dedicado al maestro de los melodramas, Douglas Sirk, que le sirvió para acercarnos a la trastienda social de los 50 norteamericanos. Ahora, y sin coartadas cinéfilas, Sam Mendes nos acerca a esta década norteamericana y utiliza como guía la novela homónima de Richard Yates.

Con su nuevo trabajo, el autor de “American Beauty” y “Camino a la perdición” confirma un estilo cinematográfico que potencia la elegancia de la imagen y la palabra. Mendes es un creador que mide muy bien la tensión y que, gracias a su faceta de director teatral, sabe sacar todo el partido posible a una escenografía cortada a la medida de los actores. Gracias a su exquisito tratamiento, el cine de este autor británico potencia las interpretaciones de unos actores que no desaprovechan la oportunidad que se les sirve en bandeja. “Revolutionary Road” es una sobresaliente radiografía emocional y social que no pretende pontificar acerca del fracaso del matrimonio «ideal» de los Wheeler. La principal virtud de este filme, radica en la coherente lectura de un drama progresivo que perfila con mucho tacto los miedos y desencantos que anidan en la errática conducta sentimental de dos personajes muy bien entendidos por Kate Winslet y Leonardo DiCaprio.

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