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Huelga y movilizaciones en el Estado francés

Meteorología social incierta tras un fuerte temporal


Maite UBIRIA

Una protesta original. Con esa denominación bautizaban ayer las fuerzas que integran la intersindical un día de huelga y movilización que asoma sobre el suelo mojado por una poderosa tormenta. Aunque parezca lo contrario, la meteorología se ha aliado con los convocantes. Mientras se activa la propaganda de huelga, varios centenares de trabajadores de EDF trabajan sin descanso para reparar las líneas que ha abatido el fuerte ciclón. El que nos azotó el fin de semana, pero también el que impulsa Sarkozy con su programa de dieta salvaje para el sector publico. Faltan operarios, se importan refuerzos, no llegan los equipos. Y los empleados a los que los medios sarkozystas tildaron antes de privilegiados anuncian que seguirán trabajando mañana jueves. La ciudadanía que intercambia en Ipar Euskal Herria generadores para huir de la oscuridad tiene una visión clara de los efectos del «todo mercado». La naturaleza golpea, pero también enseña.

Las principales gargantas del entorno sarkozysta acusan el golpe. En general evitan descalificar a la brava una movilización que, según sus propios termómetros, desborda con creces la esfera sindical.

Un 10 por ciento de trabajadores afiliados. Un paraguas poco firme para capear el huracán (contra) reformista que impone un presidente que, según gusta de decir, escucha las críticas pero sin permitir que le influyan en su decisión de seguir, cueste lo que cueste, con sus cambios.

En las calles se proyecta un brote de descontento, no necesariamente articulado en parámetros clásicos. Ahí puede estar su originalidad. O en que los empleados de la banca se sientan concernidos por una protesta que denuncia a Sarkozy por llenar las cajas fuertes de sus amos.

El horizonte no está ni mucho menos despejado para quienes tratan de acompasar sus prioridades políticas con la marea de hartazgo social. El ras-le-bol.

La unidad sindical -con el nubarrón de la exclusión de LAB del cortejo oficial de Baiona- es una buena nueva. Sobre todo si a partir del 29 se demuestra que esa alianza necesaria tiene un objetivo más ambicioso que el de infligir una «jornada tempestuosa» al Elíseo, para sintonizar de modo estable con la exigencia de amplios sectores ciudadanos de poner un cortafuego eficaz a una política pirómana que amenaza con arrasar todas y cada una de las conquistas sociales.

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