La final soñada se hará realidad: Croacia contra Francia o, lo que es lo mismo, por un lado la mejor generación del balonmano dálmata y, por el otro, la vigente campeona olímpica. Polonia y Dinamarca fueron sus víctimas en semifinales. Ahora, nórdicos y polacos deberán vérselas por un bronce que conocen bien y que, sobre todo a los daneses, ya les debe saber a poco.

Aunque la ventaja final de los croatas -29-23- sobre Polonia fuera mayor que la de los galos -27-22- ante los daneses, fue la selección del «gallo» la que menos problemas tuvo, ya que dominó el marcador a su antojo desde el inicio. Los hombres de Claude Onesta se guiaron de una fuerte defensa, rematada por Luc Abalo y Guillaume Gille, que fueron los principales realizadores. Tras el 16-11 con el que se llegó al descanso, la selección francesa se dedicó a administrar su ventaja.

Justo lo contrario sucedió en la segunda semifinal, en la que la selección de Croacia debió esperar a la segunda mitad para desarbolar a una Polonia que puso en jaque a la arlequinada en la primera media hora, que terminó con un triunfo mínimo de los anfitriones por 14-13.

Catorce años después

Todo cambió en la reanudación. Ivan Cupic, que demostró ser un artista tanto desde la línea de siete metros -seis goles de seis lanzamientos-, como una bala a la contra fue el héroe del partido, con 12 goles, y catapultó, junto con la defensa croata, la escapada definitiva para el delirio del público.

La de mañana será la segunda final que franceses y croatas disputen en un Campeonato del Mundo de balonmano. Ya en 1995, la selección gala, dirigida por Daniel Constantini, superó a Croacia, logrando lo que en aquella ocasión era su primer entorchado mundial. Croacia debió esperar hasta 2003.