Elecciones del 1 de marzo
El PNV se conforma con sobrevivir a la «trampa»
La exclusión de la izquierda abertzale es la «trampa» para sacar de Ajuria Enea al PNV. El partido coincide en ello, porque el mismo término lo usaron ayer sus tres oradores: Ibarretxe, Egibar y Urkullu. Pero ninguno mostró otra alternativa que no sea dejar el pie en el cepo. El presidente del GBB llegó a admitir esta incapacidad de respuesta, pero luego culpó de ello a la izquierda abertzale.
Ramón SOLA
«Tenemos que despertar». Lo dijo primero el presidente del partido, Iñigo Urkullu, y luego el candidato a lehendakari, Juan José Ibarretxe, a los más de 700 simpatizantes jeltzales que acudieron al cubo pequeño del Kursaal. La alta temperatura del aire acondicionado de la sala y la música de jazz que entretuvo la espera invitaban efectivamente a más de uno a dejarse mecer por el sueño. Pero Urkullu e Ibarretxe hablaban del 1 de marzo: esperan que para ese día sus electores despierten.
Hubo otra palabra en la que coincidieron también los tres oradores. Urkullu, Ibarretxe y Joseba Egibar tienen el mismo diagnóstico: excluir a la izquierda abertzale ha sido sólo una «trampa» para dar la mayoría a PSOE y PP y sacar a Ibarretxe de Ajuria Enea. La acusación parece la más grave posible en un sistema que se declare democrático, y por eso resulta más contradictoria la resignación que exhibe el PNV ante ello. La única iniciativa para intentar sacudirse el cepo es la apelación a la movilización del electorado «no sólo nacionalista, sino vasquista y partidario del autogobierno». Nada más. Nadie diría que es el lehendakari quien firmó el decreto de convocatoria de estas elecciones.
Sólo Egibar apuntó algo que parecía un atisbo de autocrítica. «No tenemos una alternativa para enfrentarnos a esa estrategia de Estado», dejó caer. Pero acto seguido culpó de ello a la izquierda abertzale: «Esa estrategia tiene que ser sin ETA, y cuanto más tarde, más responsabilidades van a tener. Piensan que `cuanto peor, mejor', pero no es así. `Cuanto peor, peor'».
Ibarretxe tampoco tiene antídoto. Y eso hace más llamativa la afirmación de que «ilegalizan para tener el poder». Reiteró que Jaime Mayor Oreja ya habló en su día de «perfeccionar la alternativa» y que es lo que han hecho sacando del Parlamento a la izquierda abertzale.
Pero, por una vez, Urkullu fue más lejos en la descripción. Habló directamente de «pucherazo» -¿a que suena?-. Y hasta se mostró condescendiente con los afectados, a los que ya no llama «izquierda radical» sino «izquierda abertzale oficial». Pero lo importante no son los derechos de esa parte del electorado, sino Ajuria Enea: «Nosotros estamos tan tranquilos pensando que como no pasó en 2001... Parece que no cabe en la cabeza de nadie que López sea lehendakari, pero ¿alguien duda de que Basagoiti le dará el cargo si puede? Su electorado está encendido, tenemos que despertarnos».
No hace falta mucho para ver cuál es la tecla emocional que enciende a las bases del PNV. Xabier Arzalluz fue ovacionado al entrar. Y se coreó con fuerza el «Gora Euskadi askatuta» de Egibar, que empezó y acabó su intervención con dos bertsos. Pero fue la excepción. El resto de los mensajes no dan para pegar botes. La consulta, por ejemplo, no existe. Tras el veto español y la divergencia en el PNV, Ibarretxe usa este sucedáneo: «Es imposible liderar un pueblo si antes no se sabe qué piensa».