He visto la luz. Ha sido una revelación. Tenían toda la razón aquellos que, hace sólo unos pocos meses, allá por noviembre y diciembre, echaban pestes contra los futbolistas que se negaban a jugar contra Irán si no era bajo el nombre de Euskal Herria. ¡Qué acertados estaban Azkuna, Anasagasti y compañía cuando decían eso de «jugad y callad»! O los que hablaban de «no mezclar política y deporte». Y aquellos que mandaron mensajes con su móvil a las emisoras de radio, escribieron en foros o mandaron cartas a los periódicos criticando a futbolistas que apoyaron la reivindicación pero que acuden raudos a la llamada del seleccionador español. Dieron en la diana. Por no hablar de algunos deportistas que firmaron ¡sin ser vascos! En la vida se ha visto mayor desfachatez.

Por eso estoy extrañado. La venda se me ha caído, pero mis gurús se han apeado del caballo. Me temo. Igual no, igual me equivoco. Sólo están esperando una buena oportunidad. No importa, paciencia me sobra. Aunque ya están tardando en criticar -es un ejemplo entre otros-, a Unai Basurko por ofrecer a Ibarretxe «ánimo para llevar con fuerza el timón los próximos años». Venga Azkuna, dile eso de «navega y calla», que me pone mucho. «Escala y calla», «pedalea y calla», «encesta y calla»... Me voy a chivar de otra más gorda. Entre los que respaldan a Ibarretxe he visto el nombre de Samuel Sánchez que, como todo el mundo sabe, no ha nacido en Euskal Herria y es oro olímpico con la selección española. Y me indigno, porque no he escuchado o leído mensajes diciendo que no tiene derecho a opinar por ser asturiano y que «luego bien que va con España». O no he pillado bien el concepto o algunos son unos jetas más falsos que una moneda de tres euros. Me da que va a ser lo segundo. ¿Tienen Basurko, Sánchez y los demás todo el derecho del mundo a apoyar a quien quieran y a exponer sus ideas? ¿Y los futbolistas que firmaron aquel manifiesto también? ¿No? Suplico la ayuda de un demócrata plural que me oriente.