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José Ignacio Torreblanca 2009/2/16

Serbia, 'mon amour'

EL PAÍS

Mañana martes se celebra el primer aniversario de la independencia de Kosovo. En el año transcurrido, 54 Estados han reconocido formalmente al nuevo Estado kosovar, entre ellos 22 de los 27 miembros de la UE (...).

España, sin embargo, sigue sin dar ese paso, lo que la sitúa en el bloque que dentro de la UE forman Grecia, Chipre, Rumania y Eslovaquia. (...)

España puede estar bien orgullosa de cómo, tras una historia traumática, ha acomodado las diversas identidades nacionales que conviven en su territorio. Por ello, es imprescindible decir que el camino elegido por Serbia y por España es exactamente el contrario: si Serbia hubiera ampliado, en lugar de suprimido, la autonomía de Kosovo, nada de lo que vino después habría ocurrido, incluyendo la deportación masiva de kosovares en vagones de mercancías. Y si después de la guerra de 1999, Serbia se hubiera tomado en serio la necesidad de reconciliarse con los kosovares, es casi seguro que la secesión no hubiera ocurrido. Siendo España unánimemente considerada en todo el mundo un modelo de convivencia y descentralización, nada más doloroso ni más contradictorio que ver a los radicales serbios enarbolar banderas españolas en sus manifestaciones. Hablamos mucho de soft power (poder blando) como símbolo del atractivo de un país, pero resulta intrigante pensar de qué somos ejemplo nosotros en Belgrado. (...)

Y para colmo de la confusión, la izquierda abertzale se suma al barullo, argumentando de forma totalmente disparatada que mucho ojo, que Kosovo sería Navarra, cuna originaria de los vascos pero repoblada por castellanos (España sería como Albania), por lo que habría que pensárselo dos veces antes de considerarlo precedente. Curiosa unanimidad ésta, en la que todos somos serbios, prueba evidente de la necesidad de elevar la mirada más allá de nuestras inseguridades.

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