ANÁLISIS Tras las elecciones del 1-M
PSOE y PNV comienzan a cruzar mensajes en un proceso que puede alargarse varios meses
Lo dicho en campaña por partidos y candidatos, lo gritado en la noche electoral y lo que empezaba a apuntarse ayer debe todavía ser puesto en cuarentena. Aún estamos en la fase previa al inicio de la toma de posiciones. La experiencia dicta que nos esperan al menos un par de meses de negociaciones y son PNV y PSE quienes tienen la posibilidad de poner el reloj en marcha. Y eso nos sitúa en puertas de las elecciones europeas. El panorama difícilmente podría ser más complicado, además de profundamente antidemocrático.
Iñaki IRIONDO
El lehendakari en funciones, Juan José Ibarretxe, anunció la misma noche del domingo el inicio de una ronda de conversaciones con el resto de los partidos, cuyo fin -además de explorar las posiciones iniciales de cada cual- es el de marcar claramente quién fue el vencedor en las elecciones y a quién le corresponde, por tanto, la tarea de formar gobierno. Pero si en 2005, cuando las cosas estaban mucho más claras, a la primera ronda de Ibarretxe le siguió la convocatoria de otra por parte de Patxi López, ahora no puede esperarse menos. Parece empezar a intuirse que el primer paso del PSE para tratar de dar mayor solidez a su intento de acceder a Ajuria Enea será el de mostrar antes la incapacidad del PNV para aglutinar 38 escaños en torno a su actual candidato.
También entra dentro de lo previsible que después de la ronda con los partidos, el lehendakari en funciones pida un encuentro con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Hace cuatro años esa reunión se celebró apenas 18 días después de las elecciones. Los movimientos que se produzcan ahora en torno a esa cita inicial servirán para mostrar cuáles son las relaciones entre las partes y sus respectivos estados de ánimo.
Si sirve como precedente, lo que se sabe es que a primera hora de la tarde de ayer el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no había llamado al lehendakari en funciones para felicitarle por su victoria electoral.
Con esas rondas iniciales de Ibarretxe y López con el resto de partidos comenzará la fase más difícil de las negociaciones. No hay un plazo fijo para llegar a un acuerdo, pero en ocasiones anteriores, y con decisiones más fáciles que tomar que ahora, han pasado más de dos meses desde la celebración de las elecciones hasta la investidura del lehendakari. Sin embargo en 1986, cuando el PSE ganó en escaños al PNV, aunque perdió en votos, las conversaciones entre partidos se prolongaron casi cuatro meses.
Poner en marcha el reloj de los plazos está en manos, sobre todo, de los dos partidos mayoritarios. Hace falta que se acrediten ante el Parlamento al menos un tercio (25) de los parla- mentarios, para que en quince días se tenga que celebrar la sesión constitutiva de la Cámara. Habitualmente este paso se da para forzar movimientos o si las cosas están ya en fase de aclaración. Después, la nueva Mesa del Parlamento es la encargada de convocar el pleno de investidura, lo que no ocurrirá mientras no haya una decantación nítida de posiciones.
En todo caso, conviene no olvidar tampoco que el 7 de junio hay una nueva cita con las urnas, en ese caso para renovar el Parlamento Europeo, con lo que ello supone también de campaña electoral previa y necesidad de cada candidatura de marcar perfil propio y sacar pecho.
Lo que está claro a estas alturas es que Patxi López tiene la posibilidad de ser lehendakari en su mano. Sólo tiene que presentar su candidatura para ello. Desde el Partido Popular han comenzado a poner algunas condiciones para votarle, como que el cambio sea extensivo a la Diputación de Araba, donde gobierna el PNV pese a ser la tercera fuerza política. El PP ganó aquellos comicios, aunque PSE y PNV quedaron junto a él en un abanico de 1.000 votos. Los desacuerdos entre PSE y PP acabaron dando el mando al PNV, que se apoyó en EA y Aralar. Sin embargo, su verdadero sostén es el PSE, con quien pacta los presupuestos y las principales normas forales. Pero este tipo de exigencias no tienen que tomarse como determinantes. Ni el PP ni UPyD serían capaces de explicar a sus bases que Ibarretxe sigue como lehendakari gracias a que al final ellos no apoyaron a Patxi López.
Pero para el PSE la coyuntura es más espinosa de lo que parece. Si llega a Ajuria Enea con los apoyos de PP y UPyD, seguirá preso de ellos durante toda la legislatura. El PNV no le va a dar ni agua en Gasteiz y Andoni Ortuzar ya advirtió ayer de que entenderían ese pacto como «una agresión» y que responderían «con todos los elementos a nuestro alcance», entre los que incluyó, obviamente, sus escaños en el Congreso de los Diputados. Y CiU salió presto al quite, echando un capote a los jeltzales, al anunciarle al PSOE que no serán ellos quienes hagan de salvavidas en Madrid.
Así que el PSE sabe que si da el paso, no podrá buscar una legislatura de diálogo sino que irá de cabeza al «choque de trenes» que decía querer evitar.
Pero pese a haber ganado holgadamente las elecciones, el PNV no tiene otra posibilidad de gobernar que la de convencer al PSOE de que no presente la candidatura de Patxi López a la investidura. La cuestión en ese caso es ¿qué pueden ofrecer (o con qué pueden amenazar) los jeltzales al PSE para que éste renuncie nada menos que a la Presidencia? No es aventurado pensar que lo primero que le pedirán José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco a Iñigo Urkullu es la cabeza de Juan José Ibarretxe. Y luego quizá hubiera que hablar de una reestructuración del poder en las diputaciones de Gipuzkoa y Araba.
Ni que decir tiene el coste que para el PNV tendría sacrificar a su candidato, aunque ello se vista como una decisión voluntaria del propio Ibarretxe por el bien del país. Sin embargo, tampoco cabe olvidar las simpatías que Juan María Atutxa concita en las bases del PNV y cómo el EBB de Josu Jon Imaz no tuvo empacho en apartarlo para no perder la presidencia del Parlamento. El precio en aquella ocasión fue menor -Atutxa no es Ibarretxe-, pero el premio también: la Cámara de Gasteiz no es el Gobierno de Lakua.
Y después de tanto sacrificio jeltzale, habría que ver si la solución sería un gobierno de coalición con el PSE o un Ejecutivo en minoría con apoyos exteriores de los escaños de Patxi López. Esto, evidentemente, cuestionaría el discurso jeltzale de campaña, pero sería una contradicción soportable, habitual ya para los líderes del PNV
En ese caso, tampoco al PSE le saldría gratis renunciar a Lehendakaritza. Esto no es Nafarroa, donde el PSOE impuso al PSN que siguiera gobernando UPN, sino su antítesis. Basta ver la posición que han tomado ya algunos medios de comunicación de Madrid -y otros poderes fácticos dentro del nacionalismo español- dando por segura la expulsión del poder del PNV. Si ésta no se produce, el PSOE sería sometido a una enorme campaña de acoso que encabezaría y trataría de rentabilizar el PP.
Puede decirse, por tanto, que estamos ante un tablero endiablado, que puede dar lugar a una legislatura muy corta. Esto no sería malo, si se tiene en cuenta que el Parlamento es el resultante del fraude por amputación de una parte del electorado, más las disfunciones creadas por el reparto provincial de escaños y la Ley D'Hont.
Pero, en cualquier caso, conviene volver al principio y recordar que todavía no estamos más que en el inicio de los prolegómenos. Esperan todavía un par de meses de negociaciones, mientras la crisis avanza y el conflicto no para.