Gloria Rekarte Ex presa
Comprensión, mucha comprensión
Hasta apenas unos minutos antes, parecía imposible que algo así pudiera expresarse sin dar con los huesos en Alcalá Meco. Y sin embargo, ahí estaba: las ondas y las tertulias, los editoriales, columnas y cartas al director se ocupaban en explicar que la violencia tiene justificación. Y la justificaban, la defendían y la ensalzaban. Y así contaban que la violencia es una reacción comprensible; una manifestación del hartazgo, el cansancio y la rabia ante las imposiciones y que es legítima, cuando no, justificable; como poco, razonable. Y no faltó quien dijera que digna de galardones. Ni más ni menos -por la radio lo escuchamos-, que merecedora de la medalla al «mérito civil constitucional» (se ve que entre la libre expresión y el ridículo absoluto la distancia es más bien corta).
Con todo esto y mucho más, los de las concentraciones contra la tan execrable violencia, los de las enérgicas condenas, los del repudio, se pasearon -todos, sin excepción- por el amplio abanico de apoyos y comprensiones que va del enfervorizado aplauso al «no esta bien peeerooo...» para arropar un acto violento. Y ni se sonrojaron porque se les vieran las entretelas, las intenciones y las querencias.
Cierto que una cosa es opinar, que opinar, según quién opine, es libre, y otra muy distinta hacer apología, que es cuando opinan lo mismo los demás. Es decir, los del otro lado; los que son violentos pero sin legitimidad, ni comprensión ni justificación. Porque los emiliogutierrez de este mundo, que como se ve son muchos, porque como todo el mundo sabe tan culpable es el que lo hace como el que no condena, detentan en exclusiva el derecho al hartazgo, al cansancio y a las reacciones naturales ante las imposiciones.