ANÁLISIS Panorama político en galicia tras las elecciones
Un nuevo y agresivo PP recupera el poder de la derecha en la Xunta
Carlos Barros, del periódico gallego de información crítica «Novas da Galiza», analiza los resultados de los comicios en Galicia en los que, según remarca, el electorado ha castigado la gestión del PSdeG y del BNG en las elecciones con mayor índice de participación.
Carlos BARROS
Alberto Núñez Feijóo resultó ser el claro vencedor de las elecciones gallegas tras una campaña en la que pocos apostaban por el cambio. El PP ha ganado con claridad en los principales núcleos urbanos, mientras las áreas rurales mantienen las tendencias. BNG y PSOE han perdido dos diputados en las provincias con más peso. El electorado ha castigado a los nacionalistas reduciendo sus apoyos en 45.000 votos mientras que los socialistas se desprenden de unos 73.000. La posición de fuerza con que partían no se ha reflejado en las urnas. Es más, gallegos y gallegas han castigado su gestión en las elecciones autonómicas con mayor porcentaje de participación, superior al 70%.
Eso sí, con respecto a los anteriores comicios, el partido de Feijóo tan sólo ha crecido en unos 3.000 votos. Más que hablar de victoria, debemos referirnos a la derrota de los gestores en funciones. Ni el PP realizó una oposición destacable ni el clima social auguraba una nueva mayoría absoluta.
El voto perdido por el bipartito responde, entre otros factores, a la frustración de las expectativas de cambio. Han sido penalizados factores como la continuidad en el despilfarro de recursos, la falta de diálogo de los partidos con sus bases, la proliferación de entidades paralelas a la administración con el consiguiente enchufismo o la arrogancia de quien toca el poder tras haber permanecido permanente en la oposición.
A pesar de la ilusión generada, PSOE y BNG no consiguieron desarrollar ni comunicar una alternancia en el fondo de la gestión para una sociedad cada vez más desencantada con los profesionales de la política. Sumando estos elementos a las consecuencias de la grave situación económica se explican en buena medida los resultados.
Los apoyos de las áreas urbanas, el principal granero del BNG, han propiciado ahora su derrota. Tomando como referencia a las siete grandes ciudades, el Bloque se queda con la mitad de los apoyos con que contaba hace 12 años. De haber llegado al 29,1% de los votos en 1997, superando al PSOE, descendió en 2005 hasta el 20,1%, continuando su debacle hasta anteayer, con un 15,3%.
La amenaza españolista del nuevo PP. El PP que encabeza Núñez Feijóo presenta un perfil más agresivo hacia la identidad gallega que el de Fraga Iribarne. Sus cuadros representan al sector del «birrete», desplazando en su apogeo al tradicionalista de la «boina», más identificado con el país e incómodo para la dirección de Madrid.
El nuevo PP hace suyas las tesis de Galicia Bilingüe, entidad de reciente creación que se opone a los tímidos avances del idioma nacional en la administración. De hecho, las principales promesas de los ganadores, además de rebajar los impuestos, se centran en derogar el decreto que regula la presencia del gallego en la enseñanza (al menos la mitad de las asignaturas) y transformar las Galescolas -centros que priman la educación gallegófona- en guarderías convencionales. Llega un gobierno de tecnócratas de corte urbano, identificados con el neoliberalismo más agresivo y desarraigados de la Galiza que mantiene viva su cultura y rasgos definitorios. La juventud de sus dirigentes hace prever que la derecha pueda volver a afianzarse en una comunidad que aún no se ha desprendido del conservadurismo que caracteriza a sus mayorías.
PSOE y BNG, seriamente tocados. La dimisión de Pérez Touriño augura tiempos difíciles para la estructura socialista. El BNG reconoce su derrota aunque guarda silencio en relación a la continuidad de un Anxo Quintana con pocos años de bagaje como líder y grandes enemigos dentro de su formación. Si bien incrementó sus apoyos desde el poder, un sector de la UPG (el mayor partido del frente) y otras corrientes organizadas cuestionan su capacidad.
Sea como fuere, tampoco en esta formación se vislumbra un posible recambio. La sombra de Xosé Manuel Beiras permanece en una base social nacionalista que se divide cada vez más entre críticos y posibilistas.
Perspectivas de los movimientos populares. Para los movimientos que mantuvieron su independencia, la victoria del PP no es buena noticia, hayan votado o no a los perdedores. La superación de la era Fraga se daba por supuesta.
Las fuerzas independentistas, con leves retrocesos, no llegan a sumar 5.000 votos, aspecto que certifica el escaso rendimiento de la división ante una base electoral que reclama unidad. El voto nulo se ha duplicado alcanzando las 14.500 papeletas.
Sin embargo, se abre una nueva fase de resistencia en la que el aparato del BNG se verá obligado a recuperar las calles. En las batallas que se anticipan habrá de medirse su capacidad ante los sectores populares, una vez que los más avanzados han decidido marcar distancias.
Aglutinadores como Galiza Non Se Vende, en plena forma, y los conflictos abiertos en el panorama político lo someterán a examen.
Dirigentes de la CIG, la segunda fuerza sindical, auguran una inminente huelga general para hacer frente a la restauración del poder de la derecha en la Xunta.