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ANÁLISIS | Tras las elecciones del 1-M

Genuflexiones impagadas

La propuesta presentada por el PNV al PSE para buscar un acuerdo de coalición o pacto de legislatura para formar gobierno es el último paso de la estrategia de cautivar a España de la que habló Imaz y que ahora no le paga Zapatero. Porque PSOE y PP están ya en otra fase, conscientes de que la suya es una política de Estado que pueden situar por encima de sus contradicciones ideológicas. Tan acostumbrados parecen algunos al plano superficial del debate político- mediático que olvidan la existencia en Euskal Herria de un conflicto nacional. Pero ni PSOE ni PP cometen ese error, ni hoy en la CAV ni ayer en Nafarroa.

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Iñaki IRIOND0

«Roma proditoribus non praemia soluit».

Servilio Cepión, 139 A.C.

Durante los últimos ocho años el lehendakari, Juan José Ibarretxe, ha venido manteniendo la máxima de que «el tripartito (en ocasiones añadía «más Aralar») es el cauce central de la sociedad vasca». Y a lo largo de toda la última campaña electoral, desde el PNV han definido la ilegalización de la izquierda abertzale como «una maniobra política» de -en palabras de Iñigo Urkullu- «alteración del mapa de representación electoral y de lo que puede ser la configuración de las instituciones vascas». El presidente del EBB también habló de «un Parlamento `a su medida' [de PSE y PP] configurado con el estilete de la Ley de Partidos». Es lo que Joseba Egibar llamaba «un Parlamento corto».

Y de pronto, amenazada la continuidad en Ajuria Enea, Juan José Ibarretxe ha entrado en un mutismo absoluto, su protagonismo de negociaciones anteriores ha sido relevado por el de Iñigo Urkullu, Andoni Ortuzar, Joseba Egibar e Iñaki Gerenabarrena; donde antes había apuesta por el tripartito, ahora -en la propuesta de acuerdo presentada al PSE- hay una «nueva cultura política» con paso «de la política de bloques al acuerdo entre diferentes»; y lo que hace unos días era un Parlamento amañado es ahora la explicitación «de la pluralidad política de la sociedad vasca», una pluralidad, además, «que nos enriquece y nos fortalece».

Hay quien ha visto en esta oferta del PNV al PSE una «bajada de pantalones», dentro de un intento desesperado de aferrarse al poder. Hay jeltzales más benévolos que quieren creer que no se trata más que de una táctica para desnudar la estrategia del PSE, que al rechazar una propuesta en términos que bien podría firmar hasta Rodríguez Zapatero demuestra que no quiere ni acuerdos amplios de estabilidad en este tiempo de crisis ni el bienestar de la CAV, y que sólo busca Ajuria Enea. Claudicación o táctica, en cualquier caso se antoja como una aplicación de la teoría de Imaz.

La cuestión es que mientras el PNV habla de transversalidad, como si éste fuera un país normalizado, PSOE y PP son conscientes de que en Euskal Herria existe un conflicto na- cional que afecta al propio ser del Estado español. Todavía hoy puede recordarse la campaña electoral de Nafarroa Bai en las últimas forales, donde no sacaban ni la ikurriña pensando en que junto con el PSN podrían ir por la senda «del cambio». El PSOE, al final, adoptó una posición «de Estado». Lo mismo ocurre ahora. Tan acostumbrados parecen algunos al plano superficial del debate político-mediático que olvidan las raíces del conflicto.

En 1998, con el Acuerdo de Lizarra-Garazi, el eje de la política vasca dejó de ser la dicotomía «demócratas/violenteos» para situarse en el de «autodeterministas/unionistas» y eso supuso también una remodelación de la estrategia de Estado que, a estas alturas y vista la evolución de los acontecimientos, no parará hasta expulsar a los autodeterministas de Ajuria Enea.

Así paga España a quien intenta cautivarla. Todavía se recuerda la lealtad que de inmediato el PNV juró al PSOE en cuanto ETA anunció su alto el fuego de 2006. Y cómo Josu Jon Imaz e Iñigo Urkullu se levantaron de la mesa de Loiola en cuanto lo hicieron los representantes del PSE, según la versión filtrada por el PNV a EiTB y el grupo del «Diario de Noticias». No cabe decir que el PNV fue el único que falló en aquel momento, pero sí se puede asegurar que la situación ahora sería muy distinta si la delegación jeltzale hubiera adoptado una posición más fiel a la teoría abertzale recogida en la ponencia del partido y si no se hubiera dejado guiar por el miedo a perder el poder en un escenario democrático para el conjunto de Hego Euskal Herria.

Por aquellos favores, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez, dijo en el pleno del Congreso de los Diputados del 15 de enero de 2007 que «quedará en la memoria de muchos ciudadanos de este país [España], y del PSOE» su labor y «saber que existen formaciones tan responsables». «Muchos ciudadanos -añadió- tendrían el deseo de dar las gracias personalmente a Josu Jon Imaz, y hoy quiero dárselo aquí, en nombre de todos esos ciudadanos que lo harían con gusto».

Extraña forma la que tienen el PSOE y Rodríguez Zapatero de agradecer aquellos favores. Como tampoco parecen reconocer los esfuerzos hechos por el EBB presidido por Urkullu para reconducir «aventuras» como la de la consulta, consiguiendo que hasta Ibarretxe se plegara a la corrección de esa estrategia para suplirla por la mera profundización en el autogobierno.

Y en estos días, con su última propuesta, el PNV ha dado el paso que le faltaba: asumir como suyo el discurso del PSE. Pero ya en ésas y puestos a desarrollar su propio relato, el PSE, aunque suene ingrato, prefiere que lo lidere Patxi López.

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