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Tras las elecciones del 1-M

Mil historias tras 101.000 votos... y más

Si algún resultado del 1-M resulta complejo de valorar, ése es el de la izquierda abertzale. Los «ilegales» se midieron en las urnas y lograron una cifra redonda: 101.000. Pero debajo hay mil historias diversas: las de quienes fueron a votar y las de los que esta vez no se sintieron motivados. Unos y otros miran ya al futuro. GARA ha pulsado entresijos del día, percepciones y estados de ánimo.

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Ramón SOLA

En una herriko vizcaína, una cuadrilla de simpatizantes de la izquierda abertzale entretuvo la espera de los resultados el domingo improvisando una «porra». El juego terminó reuniendo a cerca de una veintena de personas. Una de ellas, la más optimista, auguraba incluso que se superarían los 150.000 votos de EHAK en 2005. De ahí, la cifra iba descendiendo paulatinamente hasta los 108.000. A falta del recuento definitivo, los «nulos» se han quedado en cerca de 101.000, o sea que nadie acertó. «Pero nos pasa siempre, está claro que no somos muy objetivos con nosotros mismos», comenta uno de ellos entre bromas. Al mismo tiempo, por contra, en Radio Euskadi el periodista Mariano Ferrer valoraba que aquél era un resultado muy a tener en cuenta, y en otros medios se coincidía con ese diagnóstico.

Esta semana se ha hablado mucho de si había que ver la botella medio llena o medio vacía. En el mismo frontón de La Esperanza la sensación final era algo confusa: no hubo fiesta -no podía haberla dadas las circunstancias en que D3M concurrió-, pero tampoco la depresión colectiva del 13 de mayo de 2001, cuando la izquierda abertzale perdió de un plumazo la mitad de sus parlamentarios en la Cámara de Gasteiz (de catorce pasó a siete).

Julen, 27 años, repasaba a medianoche los entresijos de los resultados de su pueblo. Es Irun, pero podría ser Azpeitia, Getxo o Laudio: 1.500 nulos, por debajo de los casi 2.400 de hace cuatro años. «¿Qué pasa, que somos 1.000 menos de repente?», preguntaba. Todo depende del elemento de comparación. En las estatales de 2004, también con papeleta anulada, en Irun fueron casi los mismos: 1.617. Y con una participación diez puntos mayor. Herrialde por herrialde, los números totales son casi un calco de aquellos: algunos votos más ahora en Araba (9.048 provisionales frente a los 8.709 de entonces); algunos menos en Bizkaia (44.073 frente a aquellos 45.979) y en Gipuzkoa (47.803 ante 49.329).

Ziarreta no fue el Ibarretxe de 2001

El resultado se ha comparado con el de 2001 en la medida en que la izquierda abertzale habría logrado también siete parlamentarios. Hay una «pequeña» diferencia que se observa fácilmente: entonces se concurrió con papeletas válidas, ahora no. Pero hay otra mayor. Tras aquellas elecciones, GARA hizo un trabajo de campo similar a éste y no le resultó difícil encontrar testimonios de «fugas» de voto hacia otras formaciones. Se calculó que unos 80.000 se habían desplazado a la lista del PNV-EA de Ibarretxe. Algunos de ellos explicaron por qué.

En los días anteriores a este 1 de marzo también hubo rumores que apuntaban a posibles «préstamos» a una formación: EA. En un alkartetxe alavés admiten que les llegaron mensajes de votantes de la izquierda abertzale. Unai Ziarreta calcó algunos de sus discursos en el debate de ETB (Arnaldo Otegi llegó a hablar de «clonación»). Esa misma semana alcanzó bastante eco la reflexión personal de un votante, difundida por e-mail, que abogaba por dar un golpe de efecto el último día de campaña y pedir el voto para EA buscando así condicionar el nuevo Parlamento. El debate se extendió a todos los hogares de simpatizantes independentistas. Olga, estudiante de Filología, lo explica así: «Vimos el debate en casa y al final mi aita planteó que por qué esta vez no votábamos a EA. La cosa se quedó ahí, flotando».

Los pésimos datos de Ziarreta y los suyos son la respuesta más clara. Esta vez no hubo préstamos. Cuando se plantea si ha podido haberlos hacia Ibarretxe, como en 2001, las respuestas son siempre negativas tajantes, aunque con dos argumentos. Los más jóvenes inciden en mensajes como «¿Para qué? No hay diferencia con Patxi López». «La Ertzaintza no nos va a pegar más fuerte por eso», añade uno de los consultados. Los mayores hacen una lectura más histórica: «Llevan 30 años gobernando y ¿qué han hecho? Nada, nada más que joder», explica un jubilado de Donostia sin medias tintas.

¿Pudo haber desplazamiento de voto hacia Aralar? Las respuestas recabadas no son muy diferentes a las anteriores: «Yo no conozco a nadie, y me extrañaría muchísimo después de lo que dijo Zabaleta», se apunta desde uno de los barrios de Bilbo en los que Aralar ha crecido. Desde localidades como Ermua, Azpeitia o Mungia se constata que esta opción ha subido, pero hay coincidencia en que «no es algo de ahora, sino de hace algunos meses o incluso años». Al margen de las declaraciones de Zabaleta, no es difícil encontrar malestar con otras afirmaciones de tono más bajo: «Ezenarro no habla más que del sufrimiento, ¿tanto han sufrido los de Aralar? Eso lo podrán decir otros que llevan muchos años en la cárcel, pero ellos...».

Cuando se pregunta de dónde procede entonces el aumento de Aralar aparecen hasta cuatro hipótesis diferentes, todas creíbles: los votos procedentes de los fiascos de EA y EB, los desencantados con la deriva del PNV hacia el PSE... y los jóvenes que han acudido a votar por vez primera. «La imagen que ha dado Aralar era mucho más fresca que la nuestra, más positiva -resalta Jabi, 38 años, especialista en vídeo-. Pero me hubiera gustado ver a Ezenarro debatir con Otegi de `tú a tú', como dice Zabaleta».

Quedarse en casa

En este improvisado sondeo sin pretensión científica alguna no ha sido difícil llegar a votantes habituales de la izquierda abertzale que esta vez se han quedado en casa. Jaione, de Intxaurrondo, tiene 28 años y había votado a la izquierda abertzale «siempre, siempre, desde las europeas de 1999». Subraya que cuando escuchó la invitación a utilizar la papeleta de D3M, «lo primero que pensé fue, ¿y para qué sirve eso? Me pareció lo mismo de siempre. Y como se había escuchado lo de ir con EA... Pero luego pensé que al final seguro que iría». Durante la campaña, sin embargo, fue desconectando: «Cuando salían los mítines, ponía a Argiñano». Jaione admite desconocer si en su barrio ha habido esta vez algún acto electoral de la izquierda abertzale. El 1 de marzo no pasó por la urna: «¿Por qué? Sin más. Tampoco hubiera pasado nada si iba». Este caso es prototípico. Otegi ha hablado recientemente de la necesidad de hacer una oferta política atractiva a las generaciones más jóvenes.

En otro barrio muy diferente de la misma ciudad, Koro comenta: «Ha cambiado todo mucho. Antes íbamos a votar en cuadrilla y luego nos tomábamos el vermú. Incluso me acuerdo de que lo hicimos en 2004; fue como una liberación después de la tensión que se había vivido con el 11-M, lo de Berrueta y lo de Kontxi Sanchiz. Pero ahora juntar a la cuadrilla es un milagro. Yo fui, pero sé que otra pareja se fue esta vez a pasar el fin de semana a Catalunya. Tenían plan, es lógico. Pasa como con el Aberri Eguna, que tampoco es lo que era, ni de lejos».

Puede resultar sorprendente, pero hubo quien no votó por un mero problema logístico, aunque su número no sea significativo. Desde Andoain se apuntaba el día anterior: «Yo aún no tengo papeleta». Los votos de D3M circularon con rapidez por Internet pero de forma obligadamente lenta a pie de calle. «Si te contara cómo hemos tenido que esconderlos para buzonear... -comentan en Alde Zaharra de Bilbo-. Me recordaba a cuando estuve en Cuba y vi que escondían las langostas en maletas de ejecutivo».

Una base ancha

Al final, fueron 101.000. Resulta significativo que desde fuera de la izquierda abertzale parezca darse más valor al resultado que desde dentro, dadas las circunstancias. Significativo porque revela un espacio cargado de confianza en sí mismo: «Yo tengo claro que voy a votarles siempre. Si es legal, más a gusto, está claro. Pero si no, me da igual con papeleta de D3M que con un cromo de Willy Fog», ironiza un simpatizante. En Larrabetzu se resta importancia al pequeño milagro de haber igualado casi el resultado de 2005: «Tenemos una base ancha, sin más, no ha habido una campaña especial».

Tasio Erkizia recordaba el lunes en Radio Euskadi que no sería posible encontrar otra fuerza ilegalizada que sume 100.000 votos. No hay que irse a Turquía para comprobarlo. Lo sabe, por ejemplo, el Partido Carlista, que llevaba a decenas de miles de personas a Montejurra al final del franquismo. En 1977 no se le legalizó, y cuando pudo concurrir otros partidos se habían llevado su voto y sólo le quedaban 25.000. Tampoco hay que retrotraerse 30 años para verlo: en EB ya se habla de conformar una nueva organización tras el fiasco. Y EA tiene un futuro incierto, pese a que, como EB, ha gozado de posición institucional y mediática privilegiada. La izquierda abertzale también sale favorecida en la comparación con Aralar, aunque leer ciertos medios pueda confundir. Pueblos pequeños al margen, la Aralar legal sólo tuvo más votos que la D3M ilegal en siete municipios: Artziniega, Dulantzi, Iruña Oka, Zarautz, Oñati, Azkoitia y Ermua.

es un calco

En aquellas estatales, también con voto nulo, el resultado de la izquierda abertzale fue casi idéntico herrialde a herrialde, pero con diez puntos más de participación entonces.

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