Día ineternacional de la mujer
La Violencia como arma de guerra y de poder
La violencia contra las mujeres, cometida principalmente por sus parejas, es un fenómeno muy extendido, muchas veces justificado o asumido, incluso por las propias víctimas, y que tiene graves consecuencias sobre su salud. Esa violencia, ya sea física, síquica o sexual, y sea ejercida en el ámbito doméstico o en contextos de conflicto, destruye de forma brutal la vida de millones de personas, cuando no acaba con ellas. en todo el mundo.
GARA
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora ha propiciado un año más la proliferación de informes en torno a la situación de la población femenina en ámbitos como el de la violencia, tanto en el entorno doméstico o fuera de él, y el de la crisis.
Así, el informe «Vidas destrozadas» de Médicos Sin Fronteras (MSF) subraya que la violencia sexual afecta a millones de personas en todo el mundo, destroza «brutalmente la vida de hombres, mujeres y niños», destruye familias y daña «comunidades enteras».
Sus conclusiones revelan que esta situación es «particularmente» grave en los países en los que hay «ausencia total de servicios de atención médica a las víctimas» y en las situaciones de conflicto, en que las violaciones y agresiones sexuales son una práctica habitual como «arma de guerra» y para «humillar, castigar, controlar, vulnerar, atemorizar y destruir comunidades».
En base a su experiencia en asistencia a víctimas de violencia sexual en Liberia, Burundi, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Colombia y otros países, MSF asegura que la violencia sexual en contextos de conflicto ha sido vista durante mucho tiempo como un «daño colateral de los combates, practicada y aceptada por las partes beligerantes» y añade que el descalabro social y la violencia generalizada típicos de las guerras ayudan a crear un clima propicio para que prolifere la violencia sexual y que el aumento del número de hogares en los que la cabeza de familia es una mujer, así como los desplazamientos, «dejan a los civiles expuestos a distintas formas de agresión sexual».
Françoise Duroch, experta de MSF en violencia, apunta que puede ser utilizada como arma de guerra, para recompensar o remunerar a los soldados, para motivar a las tropas, como medio de tortura y, en ocasiones, para «humillar a los hombres de ciertas comunidades». Y agrega que la violación sistemática también se puede emplear para obligar a una población a desplazarse e, incluso, como arma biológica para transmitir deliberadamente el virus del sida. «En la guerra -prosigue-, también encontramos explotación sexual, prostitución forzada o, incluso, esclavitud sexual».
Según la ONU, entre 250.000 y 500.000 mujeres fueron violadas durante el genocidio de Ruanda en 1994. Asimismo, indica que la violación de entre 20.000 y 50.000 mujeres durante la guerra de Bosnia (1991-1995) «se cree que formaba parte de una estrategia deliberada de limpieza étnica».
El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia fue la primera instancia que reconoció la violencia sexual como crimen contra la Humanidad. Posteriormente, en 1998, el Estatuto de Roma que estableció el Tribunal Penal Internacional (TPI) determinó que la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado y la esterilización forzada, entre otras formas de violencia sexual, constituyen crímenes contra la Humanidad y de guerra y pueden ser elementos constitutivos de genocidio.
Aunque la violencia sexual se agrava en tiempos de guerra, también afecta a millones de personas que viven en situaciones estables o de postconflicto, según MSF. En esos contextos, los agresores a menudo son civiles conocidos por las víctimas.
Por ejemplo, en Burundi, cuando MSF abrió su clínica para víctimas de violaciones en 2003, menos de la mitad de las violaciones habían sido cometidas por algún conocido de la víctima. En la actualidad, esta cifra ha aumentado hasta el 67%.
MSF constata que en esas situaciones gran proporción de las víctimas son niños. Más del 60% de las personas violadas que acuden a la clínica de Burundi son menores de 19 años. El 13% son menores de cinco años.
Víctimas de la pareja
Una forma menos reconocida pero igualmente grave de violación es la que se produce en el seno de la pareja. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre violencia doméstica realizado en diez países en situación de paz y citado por MSF en su informe muestra que, en la mayoría de los entornos, más del 75% de las mujeres que había sufrido abusos físicos o sexuales desde los 15 años lo habían sido a manos de sus cónyuges. «En muchos países la violación por parte de parejas no se considera un crimen, pese a sus consecuencias para la salud física y mental de la mujer», denuncia MSF, que agrega que en algunos contextos estables, la violencia sexual «a veces puede ser una actividad aprobada por los gobiernos, como en casos de esterilización forzada o de violaciones en cárceles y siquiátricos».
El estudio de la OMS, que exige mayor sensibilización y que las instancias políticas y el sector de la salud adopten medidas para reducir el coste humano y sanitario del problema, entre otras cosas integrando planes de prevención en diversos programas sociales, señala que esta violencia es un fenómeno generalizado y advierte de que el mayor problema es que el maltrato siga envuelto en un manto de silencio. Subraya que «la violencia por la pareja es una experiencia común generalizada», según los testimonios recogidos entre 25.000 mujeres de diez países, y añade que las mujeres estuvieron en mayor riesgo sicológico o sexual violento por parte de sus parejas que de cualquier otra persona.
El informe de la OMS revela que la probabilidad de que una mujer maltratada padezca mala salud o problemas físicos o mentales es dos veces superior que en el resto de las féminas, aún cuando los episodios de violencia sean antiguos.
Manos Unidas, por su parte, denuncia que una de cada tres mujeres será víctima de la violencia a lo largo de su vida, ya que «no hay un solo país en el mundo en el que las mujeres y las niñas estén a salvo de ella». Indica que muchas de estas agresiones tienen un origen cultural, muy enraizado en algunas sociedades, pero apunta que «hay otros factores, como la pobreza, que ejercen otro tipo de violencia, más silenciosa, sobre mujeres y niñas», ya que la mayoría de los 1.400 millones de personas que viven en la miseria y que no tienen acceso a la educación y la sanidad son del sexo femenino.
Organismos internacionales aseguraron ayer que la crisis económica mundial afectará más a las mujeres que a los hombres en cuando a pérdidas de empleo, y puede incrementar el número de desempleadas en el planeta hasta 22 millones más, por eso pidieron «más que nunca» medidas que exijan la «igualdad y equidad» de género.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que advierte, además, de que la crisis global del empleo va a «empeorar de forma drástica» con la profundización de la recesión en 2009, de los 3.000 millones de personas empleadas en todo el mundo en 2008, 1.200 eran mujeres (40,4%). Alerta de que en la situación actual, el porcentaje de desempleo femenino podría llegar al 7,4%, frente al 7% del masculino.
En este sentido, la OIT destaca que el impacto de la crisis económica será mayor en términos de ocupación en mujeres que en hombres en la mayoría de las regiones del mundo, sobre todo en América Latina y el Caribe.
Entre las razones que los expertos alegan para explicar ese negativo impacto se encuentra que ya antes de la crisis en esa región la brecha entre el empleo masculino y el femenino era muy grande. Además, lo atribuyen al fuerte freno que ha sufrido el crecimiento económico en muchos de esos países a raíz de la crisis mundial.
En cambio, se espera que el impacto sea menor en las mujeres del Este de Asia, en las economías más desarrolladas y en los países del sudeste de Europa no miembros de la UE y en las ex repúblicas soviéticas.
La OIT considera que los niveles de empleo femenino más bajos, un control más débil sobre la propiedad y los recursos, la concentración en tipos de empleo informales y vulnerables con ingresos más bajos y una menos protección social son algunos de los factores que colocan a las mujeres en una posición más débil que a los hombres en tiempos de crisis.
Ante esta situación, desde Naciones Unidas se pide observar la aplicación de los programas anticíclicos y se demanda que la crisis sea combatida con «un análisis de género en mente para que no resulte una nueva y adicional injusticia». En este sentido, la ONU sugiere salir de la crisis con medidas que creen empleo para las mujeres y, en tiempos difíciles, «otorguen márgenes de autonomía personal y familiar a quienes menos margen tienen».