La noticia ha pasado desapercibida en la mayoría de los medios de comunicación, apenas ha habido titulares para el mendigo francés que ha sido castigado con un año de cárcel por haber robado una barra de pan en un establecimiento de Barcelona. La prensa, ya sabemos, tiene otros motivos para titular estos días, no se queda con las extravagancias de un juez que poco o nada sabe de lo suyo. Por si no les suena, les resumo el asunto: un mendigo condenado a un año de cárcel porque, muerto de hambre, robó una baguette. Aunque ni siquiera fue una, sino media. Parece ser que la dependienta no quería que el pobre francés se saliera con la suya, y en el forcejeo la barra de pan se partió en dos y una cayó al suelo. Sin tiempo ni ganas para recogerlo, el francés huyó. El juez no ha tenido duda alguna al respecto, ha dado por buena la versión de la dependienta, incluso sin escuchar a la otra parte, que al no haber podido ser localizado por no tener dirección conocida no ha sido citado para el juicio. Pero eso no le importa al juez, a él lo que le interesa es dar una lección de derecho, nada más. Para él lo importante no es ni el pan, ni la situación del mendigo, ni la versión anterior del implicado que negaba los hechos que a su manera narró la dependienta. Lo que le interesa es decir a todos que lo que marca la diferencia es la intimidación para llevar a cabo el robo. Ni la situación de necesidad ni lo extraído es verdaderamente relevante. O sea, que ya saben los ladrones de guante blanco que tanto abundan y tanto roban: hay jueces amigos que mirarán a otro lado si el robo se ha ejecutado como le gusta al señor juez, con una sonrisa y bien vestido. (...)