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El arte de quedarse en casa

Uno de los inventores, Robert Cailliau, se queja del uso de la publicidad: «Yo preconizaba un modelo de pago con moneda digital para abonar directamente al proveedor de información»

Gorka ANDRAKA

Periodista

Nada. Mi firma y nada más. A ver qué pasa. Un día, la excusa será lo de menos, quizás entregue esta columna en blanco, hueca, libre. Un artículo vacío. Sin palabras. Otra manera de contar. Y de entender. Un arriesgado, sincero y directo silencio de papel. Una incógnita. ¿Mi mejor obra?

Nada vale. Hasta el próximo 23 de marzo, el Centro Pompidou de París ofrece una exposición de nada. Nueve salas del Centro Nacional de Arte y Cultura moderno repasan por orden cronológico distintas propuestas artísticas en torno al vacío. Nueve salas desnudas, sin cuadros ni imágenes. Na de na. «Han sido dos años y medio de trabajo a tiempo completo», comentan sus organizadores para destacar la complejidad de juntar tanta nada.

«Vacíos, una retrospectiva», título de la exposición, festeja medio lustro de arte minimalista. La muestra arranca con un pionero en naderías, el francés Yves Klein. Influido por el budismo zen, Klein vació una galería en 1958 y a lo que quedó, nada, lo llamó arte. La última creación, de 2006, pertenece al artista eslovaco Román Ondák. En su «Más silencioso que nunca», una sala desierta con varios micrófonos ocultos invita a reflexionar sobre qué hacemos en medio de la nada.

El arte sano. Menos significa más. En la sociedad del todo incluido, la única apuesta segura, con futuro, pasa por transformarnos en coleccionistas de vacíos. Recuperar aire, liberar espacios, recobrar autonomía. «Elimina el automóvil, la televisión y el fútbol de la cultura contemporánea: en el acogedor vacío resultante se podrá vivir», declara el poeta Jorge Riechmann. Un poquito menos cada día. La vida llena y plena: no tener nada.

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