La visita que Bruesa GBC le rinde esta tarde a Pamesa en el pabellón Fuente de San Luis (20.00) tiene cierto aire de reencuentro. Al menos dos de los componentes de la expedición donostiarra, Pablo Laso y Bernard Hopkins, han pisado La Fonteta como locales. El técnico gasteiztarra, después de una dilatada carrera, se puso el traje y la corbata por vez primera en la capital del Turia. En principio con el filial, y después, aunque sin mucha suerte, con el primer equipo taronja.

Por otro lado, la relación de Bernard Hopkins y el Pamesa es más profunda que la de Pablo Laso. «Cuando voy a mi país y me preguntan por la Liga ACB, de lo primero que les hablo es de Valencia. Porque allí es donde me hice como jugador; es cierto que primero llegué al Gran Canaria, pero fue en Pamesa Valencia cuando di el gran salto», responde B-Hop en una entrevista realizada esta semana por el propio club.

Pese a ser un ala-pívot «pequeño», durante seis temporadas Bernard Hopkins fue el auténtico faro del Pamesa, coincidiendo, además, con varios buques insignia de la historia del club valenciano: Tanoka Beard, Nacho Rodilla o Víctor Luengo en la cancha, Miki Vukovic en el banquillo. En todos esos años, el de Baltimore conquistó un único título: la ULEB Cup de 2003, aunque el Pamesa jugó más finales que en toda su historia: subcampeón de la Liga ACB 2002/03, subcampeón de Copa en 2000 y subcampeón de la Copa Saporta 1999 y 2002.

«Me gustaría que me recordaran como alguien que lo dio todo para el club, para los aficionados, y como una buena persona», resume B-Hop.

Caballo de Troya

Pero por mucha que sea la nostalgia que se pueda sentir, Hopkins sabe que la necesidad de ganar será mayor. «Es una pena que no puedan ganar los dos, porque ambos necesitamos la victoria. Ellos para llegar al play off y nosotros para salvarnos; sólo llevamos ocho victorias».

Es por ello que este partido de reencuentro y recuerdos entre Hopkins y Pamesa tal vez suponga una especia de caballo de Troya, en el que el ala-pívot de Baltimore sea recibido con una merecida ovación por la afición valenciana, para que luego, casi de puntillas, éste les birle el partido. Buena falta sí que hace.