Es imprescindible jugar con una memoria de sentimientos; una cinta invisible que se alargue con el paso del tiempo hasta que un día no pueda estirarse más y se pare donde está, para luego recogerse en toda esa trayectoria, sentir lo mismo que habías sentido al inicio de su camino, y volver a empezar con un nuevo recorrido. Un nuevo inicio, sin embargo, puede resultar repetitivo o, por el contrario, puede abrirse entre los denominados nuevos senderos cuyo último destino, al fin y al cabo, es siempre el mismo que el del primero.

Hace falta tener gran espíritu aventurero para desenvolverse de manera airosa en una jungla llena de inocentes animales que desean vivir sin el amparo de una civilización feroz. Sin embargo, hay quien prefiere acortar caminos y cruzar senderos con machete en mano e ir arrancando de raíz cualquier cosa que alcance su altura sin mirar qué es lo que hay debajo y si lo daña o no. Hay también quien respeta el medio ambiente e intenta contaminar lo menos posible, y quien se vale de su todoterreno de última generación para llegar lo antes posible a su meta.

Los científicos acaban de descubrir una nueva tribu que, paradójicamente, se ubica en las montañas de Euskal Herria, cerca de Gasteiz. Cuatro pajes sujetan sobre sus hombros un camastro reservado para el gran jefe. El resto de los miembros de la tribu siguen por detrás esperando llegar lo antes posible. La investigación afirma que hace poco se gestó la fusión entre dos clanes; unos llevan pintura roja, otros, azul. No obstante, todos empuñan machetes de grandes dimensiones, y habitantes de la zona aseguran que ya han sido varias las cabezas que han rodado durante su trayectoria. Al fondo se avistan las llanuras de Lakua. De momento, el jefe se postra en su camastro, decorado con secas cabezas capturadas hasta ahora signo de superioridad y victoria. Seguro que le sirven para conseguir un nuevo trono, ése que ya están desalojando en Ajuria Enea.