Iñaki LEKUONA Periodista
Au revoir, Justice
Cierto es que los saltos de esquí se han nutrido siempre de jovencísimos deportistas, pero «Schlieri» ha batido todos los registros en la relación precocidad-logros.
El 11 de noviembre es la fecha en la que Francia conmemora el armisticio de la primera Guerra Mundial. El último aniversario, el de 2008, lo celebró arrestando a nueve personas en Tarnac, nueve «anarco-autónomos» sospechosos de sabotear cuatro líneas del TGV provocando el consiguiente corte de tráfico ferroviario, acto de barbarie repudiable por toda la humanidad. En el mismo momento de su arresto, los nueve pasaron de sospechosos a culpables por obra y gracia de las cámaras de televisión que grabaron la acción policial «anti-terrorista». Lo más impresionante del asunto es que ninguno de los nueve es vasco. Pero sigamos.
Poco a poco la justicia, por falta de pruebas, ha ido soltando a todos salvo a un tal Julien Coupat, un tipo de 34 años, que tiene que estar alucinando al ver colgado de su cuello el cartel acusador de «dirección de un entramado terrorista» cuando hasta hace unos meses su mayor delito era vivir sin teléfono móvil. Pero lo que más tiene que asombrarle, aunque un anarquista no puede asombrarse por la acción prevaricadora del Estado, es que la única prueba que tienen en su contra es un anónimo redactado por alguien que asegura que es un «líder carismático y el ideólogo de una célula invisible».
Desde que París creara una sección antiterrorista con un tribunal especial con su propia brigada policial, la Justicia, escrita en mayúsculas como lo hizo Montesquieu, se aleja de Francia a la velocidad del TGV. Y aquí sí que no hay sabotaje que la pare. Es la tercera Guerra Mundial, hay que combatir al terrorismo internacional, incluidos los peligrosos individuos que cortocircuitan catenarias, aunque no sean vascos.