Centenar y medio de dibujos y grabados de Jacques Lipchitz (1891 - 1973), que recorren todos sus estilos y etapas, conforman la exposición que el Aula de Cultura de la BBK presenta en Bilbo hasta el próximo 16 de abril. Se trata especialmente de pruebas de artista que han estado guardadas en una carpeta desde la muerta de Lipchitz hasta principios de este año. Con este motivo, se ha editado, además, un catálogo razonado de los yesos del artista a cargo del catedrático y comisario de la muestra Kosme de Barañano.

Reconocido a nivel internacional, la obra de Jacques Lipchitz está presente en prácticamente todas los grandes pinacotecas del mundo, como es el caso del Metropolitan de Nueva York, la Tate de Londres o el Museo de Rotterdam. Compartiendo inquietudes y proyectos con Picasso y Braque, Lipchitz fue, junto con Henri Laurens, uno de los que formuló las bases del vocabulario cubista en la escultura.

La exposición inaugurada ayer con presencia de Hanno Mott (presidente de la Fundación Lipchitz) recoge un total de 152 dibujos de investigación, muchos de ellos pensados para esculturas de formato grande destinadas a obras públicas. Así, se presentan dibujos determinados, los llamados «dibujos en sí», y dibujos de investigación, realizados en papeles de cualquier tipo, es decir, el primer material que el artista encontraba a mano. En otros dibujos en cuadernos a lápiz se ve la evolución y el desarrollo tanto en carboncillos como en lápices de cera de colores. La muestra incluye, también, dibujos de lápices de color grasos donde Lipchitz maneja el azul para los realzados.

En palabras de Kosme de Barañano, «nos encontramos ante el escultor cubista más importante de los años veinte y treinta del pasado siglo, un artista que volvió a la figuración en los últimos años de su vida».

Según el comisario de esta exposición, Jacques Lipchitz se sirvió de temas bíblicos (tanto de la lectura judía como de la cristiana) y mitológicos (griegos y romanos) mezclados con mensaje social y planteados por un artista que «piensa en tres dimensiones y que tiene un gran talento a la hora de componer».

Conexión vasca

En su comparecencia, Barañano también se refirió a la «conexión vasca» de Lipchitz y a cómo su obra fue analizada por Jean Cassou, historiador del arte que nació en Deusto y llegó a ser director del Museo National d´Art Moderne de París entre 1945 y 1965; así como el poeta y ensayista bilbaino Juan Larrea, que conoció al artista a través del poeta chileno Vicente Huidobro. Una amistad, la de Larrea y Lipchitz, que se mantendría a lo largo de sus vidas.

Chaim Jacob Lipchitz (así era su verdadero nombre) nació en la ciudad lituana de Drunskieniki. De ahí emigró al Estado francés donde conocería al pintor Diego Rivera, que le hace un retrato cubista como a Amedeo Modigliani. Rivera le presenta, además, a Picasso, aunque su trabajo con el cubismo no le interesó en un principio.

Tras la I Guerra Mundial, en 1920, Lipchitz realiza su primera exposición individual en la galería de Leonce Rosenberg. En 1924 se convierte en ciudadano francés y se casa con la poeta Berthe Kitrosser. En los años siguiente colabora con numerosos artistas. En 1940 tiene lugar la ocupación alemana de París y, temiendo por su vida, se marcha a Toulouse, donde conoce a Jean Cassou. Un año después emigra a Estados Unidos. En 1948, deshecho su matrimonio anterior, se casa con la escultora alemana Yulla Halberstadt, refugiada también en Estados Unidos, unión de la que nacerá Lolya Rachel, única descendencia directa de Lipchitz.

En 1973, Lipchitz muere en la isla de Capri y es enterrado en el Har Hamenuhot de Jerusalén. Su testamento estipulaba que ninguno de sus estudios existentes, ya fueran realizados en yeso o barro, podría fundirse después de su muerte.