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CRíTICA jazz

«Dolor en mi alma»

Javier ASPIAZU

Es es la traducción literal de «pain on my soul», una de las frases recurrentes en el intenso blues, cuarto de los temas que nos regaló Diane Reeves durante su atractivo concierto. Un momento de soberana belleza que justificó por sí solo nuestra asistencia y cuyo recuerdo bien puede servir para encabezar esta crónica. Debo admitir desde el inicio que este recital de la diva del jazz de Detroit (y enfatizo lo de jazz porque su discográfica sostiene el errado empeño, tan habitual por desgracia en estos tiempos, de convertirla en una cantante pop), no alcanzó la excelencia, la gozosa intensidad de su última aparición en el festival de jazz de Donostia del pasado julio. Pero ningún concierto de la Reeves es desdeñable. Sus extraordinarias facultades –hermoso timbre de voz, extrema facilidad en el cambio de registros, fraseo impecable, ajustado vibrato–,  puestas de relieve, una vez más, sobre las tablas del Arriaga, hacen de ella una vocalista de calidad tan indiscutible que cualquiera de sus conciertos puede estremecer nuestra sensibilidad, como así ocurrió.

Y eso a pesar del sesgo quizá excesivamente romántico que ha dado a su repertorio en directo, en el que, además de algún tema de su último disco, “When you know”, demasiado edulcorado para quien esto escribe, desgranó diversos standards en tono sobremanera lírico. Y sin embargo, todo eso se vio compensado por los momentos en que su canto se impregnó de inflexiones afroamericanas: swing, blues, góspel, soul, géneros que borda con soberbia soltura e impresionante sentimiento. En el cuarteto acompañante, el dinámico Peter Martin, al piano, y el legendario jazzista brasilero Romero Lubambo, a la guitarra, tuvieron momentos de lucimiento.

Para finalizar, debo confesar que yo también sentí algo de «dolor en mi alma» al comprobar la escasa presencia de público, consecuencia de la pobre promoción del concierto por el Ayuntamiento (el más interesante hasta ahora de esta segunda temporada del 365 Jazz Bilbao) y el deficiente sonido en escena que tornó por momentos difícilmente audible el bajo de Reginald Veal. Aspectos éstos a pulir en el futuro si queremos que la promisoria oferta de jazz iniciada el pasado año por el consistorio bilbaíno alcance el respeto y la aceptación que merece.

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