El mapa del tiempo. El mapa de la Rioja. El mapamundi de Bilbao. El ma-pa Benedicto XVII. Por lo visto es necesario un buen mapa de uno mismo para poder andar por el mundo. Porque de eso se trata: de retratar al mundo a la manera de Juan de la Cosa, que fue el primero en aplicarlo, según su patronímico, y hacer del mundo una cosa inteligible al ser humano.

Yo como soy mujer no se interpretar mapas pero puedo oler uno si es muy bueno. En el Museo Cartográfico de Potes, Cantabria, podemos ver las primeras versiones del GPS actual a la manera de De la Cosa, que para eso era cántabro aunque de Santoña. Ya me lo imaginaba. Desde Potes poco relieve de costa se puede apreciar, pero sí unas montañas que hablan de los pechos de la tierra y sus voluptuosidades lineales.

Estos días, nuestros próximos próceres están aventurándonos cambios en nuestra idea acerca de estas acotaciones, como primera medida política. No es mala idea. El mensaje será el siguiente: «Hijos míos: antes todo esto era así, pero he aquí el cambio, y ahora es de esta otra manera». El mapa del tiempo de la nueva EITB, en adelante, no enseñara huevos fritos sobre la ribera navarra cuando amenace sobre aquellas tierras un sol de justicia. Ni siquiera un vulgar cogollo para indicar tiempos revueltos.

Y digo yo: algunas televisiones reportan las previsiones meteorológicas como servicio ciudadano e informan de la temperatura y otros detalles en el resto del mundo. ¡Se trata del cielo y la atmósfera señores, y que yo sepa eso es de todos!. Pero claro; la lluvia, la nieve y el sol caen sobre la tierra. Y esa si que no es de todos. Será de Pedro, María de Juan o José, pero la nuestra-nuestra es.

Desde su formación la tierra y sus linde(za)s han provocado más muertes que la enfermedad y la muerte natural. Vamos, que la muerte y la tierra vienen unidas desde su propia sima. Como aquellos mojones que provocaban cruentas guerras gamboinas entre nuestros vecinos. Hasta que vino el comandante y mando a parar. ¿A parar para qué?