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El teléfono no para de sonar en Behatokia

Behatokia hizo ayer público un informe con los datos referentes al funcionamiento del Teléfono del Euskara a lo largo de 2008. Esta iniciativa, que cumple ocho años, se ha convertido en la única herramienta de que disponen los ciudadanos para plantear preguntas o transmitir quejas en relación con su derecho a utilizar el euskara. Las reflexiones asociadas a este informe y las cifras que arroja dejan bien claro que muy pocas cosas han cambiado desde que la iniciativa se pusiera en marcha. Las quejas son las mismas que al principio y las severas limitaciones en los derechos de los euskaldunes apenas se han reducido de forma apreciable.

Es decir, en ocho largos años las instituciones responsables de velar por el desarrollo real del bilingüismo no han sido capaces de cumplir con la labor encomendada. ¿Fracaso? Lo sería si en algún momento se hubiera percibido en esas instituciones una intención real de poner todos los medios para que los vascoparlantes tengan, cuando menos, los mismos derechos que el resto a la hora de expresarse. Y eso, no conviene olvidarlo, no se limita a la capacidad o no de hablar en euskara, sino que significa ser comprendido y atendido en euskara en todos los ámbitos públicos del territorio. Muy al contrario, esas instituciones no han dudado en hacer todas las trampas imaginables para evitar la aplicación rigurosa de los desarrollos legales relacionados con el euskara.

En pleno debate legítimo sobre si la futura presidenta del Parlamento de Gasteiz debe o no ser euskaldun, los que desde la ya virtual bancada de la oposición se erigen en ardorosos defensores del euskara olvidan que mientras ellos han manejado el cotarro ha habido no uno, sino varios consejeros que no hablan euskara; omiten que el propio lehendakari accedió al cargo sin saber hablarlo -aunque luego lo aprendiera-; y obvian que tanto en Osakidetza como en la Ertzaintza -por poner ejemplos- han incumplido clamorosamente sus propios decretos de euskaldunización. En fin, todo apunta a que el teléfono, que nunca ha dejado de sonar, seguirá muy activo.

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