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Cumbre de la Alianza Atlántica

La OTAN insiste en buscar su perdida razón de ser

Veinte años después de la caída del Muro de Berlín, la OTAN se niega a desaparecer y continúa en una errática búsqueda de una nueva razón de ser tras el fin de la «amenaza soviética» en Europa. EEUU alberga el proyecto de seguir ampliándola y convertirla en una organización mundial siempre bajo su órbita. Los europeos no lo ven claro.

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Dabid LAZKANOITURBURU

La mayor alianza militar mundial, la OTAN, conmemora estos días a orillas del Rhin los sesenta años desde su nacimiento en Washington. Surgida para hacer frente a la «amenaza soviética» -lo cierto es que precedió y provocó la creación cinco años más tarde (1955) del Pacto de Varsovia- y fundada sobre el principio de solidaridad mutua entre sus miembros, la Alianza Atlántica ha sobrevivido 20 años a su histórico enemigo y sigue viva pese a que ninguna amenaza militar directa otea sobre Europa.

Pese a la caída del Muro de Berlín en 1989, la OTAN ha seguido en un proceso de ampliación hacia el centro y este de Europa. Croacia y Albania acaban de ser admitidas en la estructura militar con motivo de la cumbre que tiene lugar estos días en Estrasburgo, Kehl y Baden-Baden.

Los jefes de Estado y de Gobierno de los 26 países aliados lanzarán precisamente hoy los trabajos para revisar el Concepto Estratégico de la OTAN, cuya última revisión data de 1999. Este documento, que será elaborado por un comité de «sabios», deberá de abordar la cuestión de la ampliación hasta las fronteras con Rusia, las relaciones con Rusia -con especial atención al proyecto de escudo antimisiles-, las relaciones con la UE, los procesos de decisión... en fin, deberá definir la estructura de la alianza militar y sus misiones en el futuro.

El Concepto Estratégico vigente acentúa la concepción de la OTAN como una suerte de «gendarme mundial»; una especie de fuerza militar-policial en escenarios de crisis. Esta visión quedó patente en las intervenciones aliadas en Bosnia y Kosovo.

Así, la OTAN se ha consolidado estos años como la punta de lanza (Kosovo) o la retaguardia (Afganistán) de los planes militares y geoestratégicos de EEUU. Sólo se entiende en ese sentido la sorprendente apelación que hizo la Alianza al artículo 5 de su Tratado para justificar su alineamiento con EEUU en la campaña de castigo contra Afganistán tras los ataques del 11-S.

Más aún cuando fue aquélla la primera y hasta ahora única vez en que los aliados han apelado al artículo 5, que estipula que todo ataque contra uno de sus miembros es un ataque contra todos ellos.

EEUU y la «OTAN global»

Bajo el impulso de Washington, la OTAN ha seguido con su proceso de ampliación. En 1999 dio la bienvenida a Polonia, Hungría y República Checa. Le siguieron en 2004 las tres repúblicas bálticas ex soviéticas y otros cuatro países de Europa central y oriental.

La última ampliación a los Balcanes coincide, sin embargo, con el freno en los planes de integrar a Ucrania y Georgia, que Rusia considera una línea roja infranqueable.

Pese a la reanudación oficial de las relaciones de la OTAN con el gigante ruso -y el incipiente deshielo entre Washington y Moscú tras la llegada de la Administración Obama-, el nuevo inquilino de la Casa Blanca insiste oficialmente en reivindicar el «derecho» de la Alianza a ampliarse hacia lo que Rusia considera su «extranjero cercano».

En espera de que se concrete el alcance de las negociaciones -y las contrapartidas- entre las dos potencias que protagonizaron la Guerra Fría, no parece que la llegada de Obama a la Casa Blanca vaya a variar un ápice los planes de EEUU respecto a la herramienta militar en la que embarcó a media Europa hace más de medio siglo.

EEUU quiere profundizar en la transformación de la OTAN en una alianza de escala planetaria destinada a controlar a los cada vez más numerosos «Estados fallidos», a dejar sin espacio a Rusia y, a medio plazo, a mantener a raya a China, la potencia emergente mundial. Como señala un oficial estadounidense, Washington quiere a la OTAN «para tener asegurada su retaguardia».

Recelos en la Vieja Europa

Este objetivo de una Global NATO despierta grandes recelos en algunos de sus principales aliados europeos. El Gobierno alemán ha hecho un llamamiento a la prudencia tanto a la hora de implicar a la OTAN en nuevas misiones como en abrir las puertas a nuevos aliados. «No podemos asumir el papel de Naciones Unidas en materia de seguridad internacional, y menos aún jugar el papel de policía mundial en todas las situaciones imaginables», insiste el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, quien defiende a su vez «guardar el sentido de la medida» y «reflexionar» antes de encarar nuevas ampliaciones.

«Nadie puede tener interés en que haya más aliados pero menos seguridad: ni la OTAN ni los candidatos a la adhesión», sostiene, en referencia a Georgia y Ucrania.

Junto con Alemania, tampoco el Estado francés ve con buenos ojos la conversión de la Alianza en una especie de fuerza mundial preventiva en escenarios de crisis.

París, que formaliza en la cumbre de estos días su regreso a las estructuras militares de la OTAN, defiende la puesta en valor del artículo 5 como eje de la revisión estratégica en estudio. Un nuevo Concepto Estratégico que «debe marcar los límites de influencia de la Alianza», concentrándolos «en la seguridad colectiva» de sus miembros.

«Esperemos que los amigos americanos no apuesten por convertir a la OTAN en una coalición-liga de democracias», advierte François Heisburg, de la Fundación de Investigación Estratégica de París, porque eso sería contrario al Tratado de Washington que fundó la Alianza Atlántica y a la Carta de las Naciones Unidas, que no reconoce otro organismo de vocación mundial fuera del Consejo de Seguridad de la ONU».

«Hay que desprenderse del fantasma de gendarme mundial», insiste Pascal Boniface, del Instituto de Relaciones Internacional y Estratégicas, «centrándonos en la defensa colectiva. La solución de un problema político no es siempre militar», recuerda, en clara referencia a Afganistán.

El Estado francés cuenta para defender su visión con su nueva posición en el seno de la OTAN y con el desastre actual en Afganistán, reconocido por los estadounidenses. Jefe militar de la OTAN, el general Bantz Craddock advierte de que «la OTAN no debería volver a meterse en un desastre como ése».

La cumbre que culmina hoy supondrá la puesta en escena de sellará la reconciliación de EEUU y de la vieja Europa. Una reconciliación que, en realidad, data de la segunda legislatura de Bush. El gran desencuentro transatlántico en torno a Irak es desde agua pasada y Washington lleva años tratando de hacer ver a Europa que cuenta con ellos. El análisis neoconservador de que la Vieja Europa estaría ya fuera de juego en pleno ímpetu del continente asiático no es compartido por el establishment de Washington, consciente de las crecientes limitaciones de EEUU para llevar adelante una política unilateral y, lo que es más importante, de que «no encontrará en ningún lugar socios más eficaces y seguros (que los gobiernos europeos) en todo el mundo».

La lealtad europea tiene que ver con la percepción por parte de sus gobernantes de EEUU como una «garantía militar».

Una dependencia que, en definitiva, revela el alcance de las oposiciones teóricas a los planes estadounidenses sobre el futuro de la OTAN. Jeremy Shapiro,de la Institution Brookings de Washington lo tiene claro: «En la práctica, la OTAN lleva camino de convertirse en una organización mundial. Y el proceso seguirá siendo controlado por EEUU».

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