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Eskerrik asko, Luis!

Ibai GANDIAGA PÉREZ DE ALBÉNIZ Arquitecto

Peña Ganchegui era un señor que, para todos aquellos que comenzábamos la carrera de arquitectura en Donostia, representaba lo que se supone debía de ser un arquitecto. Avanzaba por los pasillos de la Escuela con aires de gentleman escocés, vestido con pantalones bombachos y medias de rombos. Era el final de la etapa, ese momento en el cual ya «eres» arquitecto. En el mundo de los arquitectos, la competitividad comercial entre estudios de arquitectura se agrava por las envidias, frustraciones y tejemanejes varios de una carrera que, además de técnica, tiene un gran componente artístico y, por lo tanto, egocéntrico. En contadas ocasiones nos encontramos con arquitectos que, de modo desinteresado, ponen empeño y esfuerzo en sacar un proyecto común adelante, se llame esto Colegio de Arquitectos o Escuela de Arquitectura. Pues bien, Peña Ganchegui fue aquel que hizo posible lo que nunca antes en la historia había ocurrido: que los arquitectos vascos pudiéramos estudiar en euskara. Usando una expresión un tanto coloquial, Peña «hacía» Escuela. Las primeras generaciones de arquitectos titulados en Donostia ya estamos en la calle, y la historia dirá si lo estamos haciendo bien o mal. Desde luego, nos encontramos en una situación profesional muy distinta a la que pudo tener Peña allá por el 59. Peña era arquitecto con mayúsculas. Eso se traduce en una mezcla de rigor ingenieril, ensoñación poética y amor por los materiales. De la obra de la Plaza del Tenis (donde se encuentran ubicadas las esculturas de Chillida), decía que le bastó con un Din A1 vegetal, paralex y escalímetro mezclados con una tarde de inspiración. Hoy en día, por desgracia, no es tan sencillo encontrar esa visión de la arquitectura que Peña profesaba, es decir, la del oficio y el saber hacer. La arquitectura de Ganchegui continúa, bajo la tutela de Rocío, su hija, y Mario, su yerno. Gracias a Peña, la arquitectura vasca sigue, de mano de todos nosotros. Eskerrik asko, Luis!

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