Resulta que el gran éxito de la cumbre del G-20 en Londres ha sido la de señalar ante la opinión pública a los culpables de la crisis financiera. Si realmente hubiera sucedido así, sería para tomárselo en serio, pero visto lo visto es como para partirse de risa. Me explico: el mismo jueves, la OCDE procedió a cumplir con el único compromiso concreto que salió de la cumbre, el de hacer varios listados sobre los parísos fiscales. Pues bien, la «lista negra» (además hay una «gris clara» y otra «gris oscura») está integrada por Costa Rica, Malasia, Filipinas y Uruguay. Y me sale la carcajada al recordar una frase de Marx, Groucho, en «Sopa de Ganso»: «No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión, lo pondremos contra la pared... ¡Y daremos la orden de disparar!».

Para seguir con el marxismo cinematográfico, añadiría lo siguiente: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después un remedio equivocado». Si alguien cree que los paraísos fiscales son el origen de la crisis financiera, también creerá que los bancos regalan el dinero y que con un sueldo de ochocientos euros se puede acceder «en propiedad» a una vivienda de ochenta metros cuadrados en Euskal Herria.

En la reunión del G-20 se dieron cita los representantes de muchos de los auténticos culpables de la crisis económica global. Por ello, es lógico que intentarán desviar la atención hacia el Cono Sur, Centroamérica o Indochina. Lo que ya no tendría perdón es que diéramos pábulo a semejantes estupideces. A estas alturas, todo el mundo debería ser consciente de que los auténticos responsables de este crack son quienes disponen de jets privados para viajar cuando les place a cualquier tipo de paraíso terrenal; esos que se encargan de financiar las campañas electorales de quienes, tras recibir millones de votos de la ciudadanía, saben muy bien cómo defender los intereses de sus amigos: cobrando a impuestos a los que menos tienen para repartirlos entre los que tienen más.