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«Con `Imprenta Babel' rescato idílicamente el mundo de mi infancia»

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Andreu Carranza

Escritor

Tras su éxito con «La clave Gaudí», novela escrita junto con Esteban Martí y que les valió ser el libro más vendido en catalán durante el Sant Jordi de 2007, el escritor Andreu Carranza presenta ahora «Imprenta Babel», una historia que habla de la censura en los libros en tiempos franquistas a través de la mirada de un niño, Pol, protagonista principal de esta obra plena de emoción y nostalgia.

Txema GARCÍA | BILBO

Los difíciles años de la posguerra, la recuperación de la memoria de un niño y una intriga alrededor de la censura de libros son las claves sobre las que se sustenta «Imprenta Babel», novela del escritor catalán Andreu Carranza.

¿Por qué esta historia que vincula el mundo de los libros y la impresión con la Guerra Civil?

Esta novela es un viaje hacia mi infancia. Yo soy de una generación que durante los años 60-70 vivió las consecuencias del franquismo en Ascó, mi pueblo, y en toda la zona del Ebro. Con esta novela regreso a mi pasado. Y lo hago desde la óptica del exilio porque en Ascó (mi padre fue el primer alcalde de la democracia) pusieron la central nuclear y protagonizamos una lucha antinuclear muy dura en la cual todos los fantasmas de la Guerra Civil salieron a flote y toda mi familia tuvo que exiliarse. Yo me hice allí persona leyendo libros en la buhardilla de mi casa y con esta novela rescato idílicamente ese mundo de mi infancia en el que hago un homenaje a todos esos libros y lecturas que para mí fueron esenciales.

El río Ebro recorre toda la novela. ¿Qué importancia tiene en el imaginario de su infancia?

Creo que los seres humanos somos hijos de nuestro paisaje, el de nuestro entorno, que se llega a interiorizar y al final forma parte de nuestros sueños, de nuestra memoria. Mi vida ha quedado absolutamente marcada por el río Ebro. El río como una especie de Dios mitológico que nos atraía de pequeños a pesar de las prohibiciones de los mayores. A él nos íbamos a bañar y cada año había ahogados. Era como un imán. El aprendizaje de la vida se hacía allí por medio de una barbaridad muy grande que ahora ya, por suerte, nuestros hijos no hacen: para ser hombre había que cruzar el río a nado y eso era y es una locura, porque el Ebro, en toda aquella zona impone, hay muchos remolinos y hay que saber nadar muy bien para atravesarlo.

¿Qué es «Imprenta Babel»? ¿Un libro sobre la censura? ¿Un homenaje a la imprenta? ¿Una crónica sobre la posguerra?

«Imprenta Babel» es un homenaje al libro de papel, a la era Gutenberg. Creo que todavía no tenemos suficiente perspectiva como para darnos cuenta que ya está aquí la digitalización con todos los inmensos interrogantes que plantea, porque la palabra escrita, cuando se puede tocar, parece incluso que tenga algo de eterno. Yo estoy leyendo libros de mi abuelo y estos libros los pasaré a otras generaciones. En cambio, en una pantalla, la palabra es un punto de luz efímero, frío. Yo no sé lo que va a pasar porque el río digital nos arrastra, igual que el Ebro hace con Pol, el protagonista de la novela. Así que nosotros también tenemos que cruzar el río digital y hay que salvarse porque, al final, el viento no se puede parar con las manos.

¿Estamos, entonces, ante un cambio de paradigma igual que lo fue la introducción de la imprenta de Gutemberg?

Sí. Ahora hemos entrado en el paradigma de la digitalización, de ese mundo virtual que está ahí y que tiene muchas ventajas, pero que también proyecta grandes miedos, sobre todo esa tentación del poder por controlar, porque claro, con el libro digital estarás leyendo y a lo mejor estarás conectado a internet para buscar diccionarios, y ahí te pueden controlar. Sabrán lo que estás leyendo y, si saben lo que estás leyendo, conocerán entonces lo que puedas estar pensando. Otro peligro es el uniformismo cultural: entras en la web y casi todo es en inglés y yo soy un defensor a ultranza de las diferencias, porque ahí está la riqueza de la humanidad.

¿Se perderá algo con la desaparición del papel impreso?

Pienso que sí. Es lo mismo que hacer el amor virtualmente: se puede hacer, pero no es igual que estar con una persona y acariciarla, sentir su piel. Esto es una metáfora de este romanticismo por el papel, por tocar el libro, y yo creo que si se pierde eso vamos a perder muchísimo, vamos a mutilarnos como humanos.

¿Supondrá esto algo para la literatura? ¿Afectará a los géneros o a los estilos? ¿Se modificarán las pautas de la estructura narrativa?

Creo que se están modificando ya. Yo he participado en muchas creaciones virtuales alternativas, es decir, composiciones de muchos autores, algo que permite un trabajo de interacción y una inmediatez brutal. En cualquier caso, la palabra, sea de papel o virtual, siempre desemboca en un hecho: necesitamos consumir ficciones, es la historia la que nos arrastra, la que nos seduce y provoca emociones.

 

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