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Carlos Aznárez periodista y director de "Resumen Latinoamericano"

Una nueva batalla ganada por Cuba y el bloque del ALBA

Sin dudas, mal que le pese al imperio y a su nuevo rostro representado por Barack Obama, la gran estrella de la reciente Cumbre de las Américas ha sido la primera revolución socialista del continente y sus compañeros alineados en el ALBA. Después de cincuenta años de batallar por la independencia y la soberanía de su propio país, Cuba ha logrado una victoria espectacular, al poner contra las cuerdas, una vez más, al imperialismo norteamericano y generar el mayor consenso de solidaridad con su posición en cuanto al levantamiento del bloqueo criminal que EEUU, y todos sus aliados occidentales, aplican contra la isla desde hace más de cuatro décadas.

Esto que ahora ocurre no es un milagro ni una casualidad, sino que tiene que ver con la resistencia consecuente que Cuba siempre ha planteado en los duros momentos que le ha tocado vivir como reflejo de la política genocida de las distintas administraciones que han venido gobernando desde Washington. El pueblo cubano sabe muy bien lo que han sido estos años en cuanto a dignidad y conciencia para superar las carencias que impone el bloqueo, y es por eso que, justamente ahora cuando toda Latinoamérica se ha puesto de pie para acompañar a Cuba en su exigencia, de nada valen los guiños hipócritas que pudieran inferirse del comportamiento del presidente Obama si, desde luego, no van acompañados de hechos contundentes.

El otro viento fresco que invadió la cumbre por todos sus flancos es que los países que integran el ALBA pesaron con mucha contundencia, demostrando que en ese aspecto sí, las cosas han cambiado para bien en el continente.

Es en ese marco donde hay que analizar si realmente, como nos quiere hacer creer la avalancha mediática, Obama representa un cambio real o se trata de una sutil e inteligente estrategia del imperio para pasar de la fracasada política del palo y el garrote a la del palo y la zanahoria.

EEUU llegó a la Cumbre de las Américas sabiendo que el «frente del rechazo» representado por los países que integran el ALBA, no estaban dispuestos a retroceder un milímetro en sus posiciones de crítica severa a los males que ha impuesto el capitalismo salvaje, ni tampoco a admitir que la política injerencista norteamericana siga imaginando al continente como su patio trasero. De hecho, ya se había planteado el primer gran choque cuando se rechazó enfáticamente el proyecto de declaración de la cumbre, lo que llevó a que finalmente muchos países no lo firmaran, «por representar un abierto retroceso» a lo ganado en la Cumbre de Mar del Plata cuando se enterró al ALCA.

En el mismo momento en que Obama repartía sonrisas y se prodigaba en gestos simpáticos hacia los mandatarios que lo saludaban en Trinidad-Tobago, sus aviones de guerra seguían bombardeando Pakistán (asesinando a una docena de civiles, entre ellos varios niños y niñas), y otros uniformados masacraban civiles en el Irak ocupado y resistente. Esa es la esencial fundamental y dramática de los «cambios» que representa Obama, más allá de sus coqueteos mentirosos.

Pero, por supuesto, hay más. Para el mandatario norteamericano, «el pueblo de Cuba no es libre», «no hay libertad de opinión ni religión» y, por supuesto, «sus cárceles están llenas de presos políticos». De esta simple y tergiversada manera de entender la realidad, el «gringo bueno» sugiere que el bloqueo no se levantará y que, a lo sumo, estaría dispuesto a discutir algunas concesiones. Lo dice suelto de cuerpo el mismo jefe de Estado cuyo Gobierno ha venido cercenando la libertad y la soberanía de decenas de países y cuyos militares continúan aterrorizando a miles de pobladores en Oriente Medio. Lo afirma el mayor aliado de la política genocida sionista contra el pueblo palestino, y el representante político de las trasnacionales voraces que mantienen cautivos a cientos de países del Tercer Mundo, o el correveidile de los fabricantes de armas que abastecen el arsenal bélico de policías y ejércitos del planeta.

De qué cambios habla mister Obama, cuando sus recetas económicas sólo buscan relanzar experiencias como la del FMI y el Banco Mundial, que tanta hambre, miseria y dependencia han generado con su actuación? ¿O acaso alguien ha escuchado que abrirá las cárceles de su país donde se hacinan decenas de miles de latinos, mujeres y hombres afrodescendientes (como el propio Obama)? ¿O que serán liberados y devueltos a Cuba los cinco héroes detenidos por luchar contra el terrorismo? ¿Y Mumia Abu-Jamal, y Leonard Peltier, y los revolucionarios puertorriqueños que hace casi cuarenta años están pudriéndose en las prisiones de Estados Unidos? ¿Habrá dicho algo Barack Obama de la situación de ocupación ilegal que soportan Puerto Rico y Guantánamo? ¿Ustedes han escuchado ni una sola palabra sobre la situación de mantener decenas de bases de ocupación e intervención militar en todo el planeta, cercenando la soberanía de los pueblos?

¿Cambios de qué? ¿De maquillaje? Porque en cuanto a la expoliación, la injerencia y la ocupación ilegal de territorios, poco parece haber remitido.

De todas maneras, si bien hubo presidentes (y presidentas) que en Trinidad-Tobago conectaron plenamente con la Obamanía y terminaron jugando el triste papel de intermediarios entre el Imperio y los países con discurso más radicalizado (por tener a su frente gobiernos revolucionarios y no simplemente «progresistas»), lo cierto es que el mandatario estadounidense tuvo que conformarse con recibir un trato educado y cordial, pero no logró horadar la disciplina que llevó a la reunión el Bloque ALBA. Escuchó severas críticas al imperialismo por parte del nicaragüense Daniel Ortega, o el digno alegato del presidente Evo Morales cuando explicó con lujo de detalles la connivencia entre el gobierno norteamericano y su embajada en La Paz y la oposición fascista que recientemente ha intentado asesinarlo. Y por si faltaba algo, no pudo más que sonreír con cara de despistado, cuando Hugo Chávez le obsequió, «para que se instruya sobre el Imperio», el imprescindible libro de Eduardo Galeano, «Las venas abiertas de América Latina».

Repetimos: los grandes vencedores de esta nueva batalla han sido quienes, desde sus pueblos y gobiernos, han mantenido en alto las banderas de la resistencia al imperialismo y a sus oligarquías locales, los que acorralan con sus movilizaciones e iniciativas de solidaridad entre naciones, al capitalismo y sus laderos. Esta actitud y no otra, es la que han obligado a EEUU a tener que cambiar de estrategia y disfrazar al lobo de cordero para intentar revertir una situación, que como bien dijo el comandante Fidel Castro en su última visita a Argentina, «llevará al Imperio a su desaparición antes que termine este siglo».

Cuando desde los países del ALBA se apunta a que la única forma de salir de la actual crisis intercapitalista es avanzar hacia la construcción del socialismo, se está exponiendo un camino sin retorno, que a mediano plazo generará -nadie lo dude- enfrentamientos de mayor calado con la política imperial de los Obama o de sus sucesores. Creer lo contrario, y caer en el jueguito astuto de Obama y su comparsa, puede resultar atrayente para la camada de mandatarios «progresistas», que tanto lo alabaron en Trinidad-Tobago, pero para quienes se plantean un cambio estructural en el continente, queda meridianamente claro que como decía el Che, «al imperialismo no hay que darle ni un tantito así de confianza».

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