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La descubridora del VIH y Nobel de Medicina, en Bilbo

«Fuimos unos ingenuos al creer que hallaríamos una cura con rapidez»

Veintiséis años después de que fuera descubierto en un laboratorio parisino el virus que da origen al sida, ni hay cura, ni hay vacuna y, encima, la guardia frente al contagio se ha relajado peligrosamente en parte de la sociedad. Quizá por ello, su descubridora, François Barré-Sinoussi, de visita en Bilbo, propone volver de nuevo al laboratorio y hacer otra vez «ciencia básica». Entre tanto, es optimista, siempre que se garantice un «acceso universal» a los tratamientos.

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Joseba VIVANCO | BILBO

En las películas policíacas los detectives deciden a veces volver de nuevo a la escena del crimen porque algo se les había pasado por alto. Algo así es lo que ha propuesto en la capital bilbaina una de las codescubridoras del virus VIH y por ello meredora del Premio Nobel de Medicina 2008, Françoise Barré-Sinoussi. Volver al principio, al propio virus. Dar con los mecanismos básicos que protegen a ciertas personas del virus y cómo funcionan.

Con la esperanza de una vacuna terapéutica tornada en desilusión por la falta de resultados prometedores, esta investigadora de referencia mundial defiende una vuelta a lo que ella llama «ciencia básica», es decir, volver al laboratorio y «alejarnos de la estrategia convencional de vacunas». Harán falta nuevas formas de lograr vacunas, diferentes a las actuales, si se quiere dar con la que valga para el VIH. Porque la tradicional fórmula no vale para frenarlo. «Y esto requerirá tiempo», añadió.

Invitada de honor al ciclo de conferencias sobre ``Nutrición y Salud'' de la Fundación BBVA en Bilbo, gracias a las gestiones del CIC bioGUNE que preside José María Mato, Barré-Sinoussi repasó -en una conferencia el jueves y una rueda de prensa ayer- esos 26 años que lleva como investigadora peleando contra este virus, al tiempo que puso sobre la mesa el camino a seguir para llegar a controlar una enfermedad con la que, insistió, «hoy se puede vivir».

Inicios ingenuos

Nada auguraba allá en 1983 cuando esta investigadora dio con el virus, formando parte del equipo de quien luego se llevaría buena parte de la gloria, Luc Montagnier, la epidemia en que aquello iba a evolucionar. «En aquellos primeros años no evaluamos la amplitud de la epidemia. En Francia había sólo cincuenta casos. Fuimos ingenuos y pensamos que para la mayoría de personas iba a ser fácil desarrollar una vacuna», confesó. «Pensábamos que tendríamos pronto una solución», añadió.

Pero una visita suya al continente africano en 1985, invitada a una reunión de la Organización Mundial de la Salud, no sólo ligó para siempre su trabajo investigador con los países empobrecidos, sino que le abrió los ojos de hasta dónde el VIH se había vuelto un terrible problema mundial. «Entonces me di cuenta de que teníamos que correr para lograr un tratamiento», reconoce.

Han pasado casi tres décadas y la realidad de la epidemia hoy es que «tenemos 33 millones de personas viviendo con el VIH, y digo viviendo, porque hoy se puede vivir con el VIH. Pero tratándose». El problema, como bien se encargó de puntualizar esta investigadora, es que «sólo el 30% de la gente que necesita tratamiento lo recibe».

Los avances en estos años han sido evidentes. Es más, la propia Barré-Sinoussi llegó a valorar la parte positiva de que la investigación científica se haya tenido que enfrentar a este poderoso enemigo, al afirmar que «el VIH ha sido y será una herramienta para conocer mejor la ciencia, servirá para que conozcamos los mecanismos de la inmunidad. El VIH ha sido una infección que ha hecho progresar los tratamientos en los sistemas sanitarios de todo el mundo». Hoy, desde luego, el mundo está mejor preparado para otro hipotético VIH y crisis como la de la gripe aviaria o el SARS lo demuestran.

Aun admitiendo su carácter pesimista, reconoció, no obstante, que el optimismo preside su visión de cara al futuro al creer que se darán avances, no sólo en los países más avanzados, sino en los que hoy carecen de recursos. «Podremos ralentizar la enfermedad», dijo. ¿Frenará la crisis económica mundial esa línea ascendente y optimista? Barré-Sinoussi aceptó «estar preocupada» por un posible recorte de la financiación en la lucha contra el sida, aunque confió en que no sea tal. «Francia y EEUU ya han dicho que seguirán con su esfuerzo y que al menos los próximos tres años darán el mismo dinero que hasta ahora».

En cualquier caso, la científica francesa advirtió de que un relajo en la aportación económica contra la enfermedad «sería una catástrofe, pero no sólo para los países más pobres, sino para el mundo en general. Sería el inicio de la difusión de una reactivación del virus en todo el mundo y un resurgimiento de la enfermedad».

Críticas al Papa

El hecho, hoy día, es que «sigue faltando una cura», como expresó sin complejos. Una, o, mejor dicho, `las vacunas', aún quedan demasiado lejos. Los hasta hace poco ilusionantes microbicidas vaginales para las mujeres parecen haber fracasado. Y, por si fuera poco, los más jóvenes y quienes tienen prácticas de riesgo han bajado la guardia. «Washington tiene un 3% de infectados con VIH, un porcentaje mayor que Senegal», puso a modo de sorprendente ejemplo.

«Veinticinco años después, es increíble que muchas personas estén descubriendo que son positivos en VIH el día antes de matrimonio o después de su primer hijo», se lamentó. «Ahora que tenemos tratamientos es cuando habría que invitar a la gente a hacerse el test del VIH, porque un tratamiento temprano hace más larga la supervivencia del paciente». A la larga, atajar cuanto antes el desarrollo de la enfermedad a nivel individual tendrá una repercusión colectiva: «Si reducimos la carga vírica, reduciremos la transmisión del virus», proclamó.

Quizá esa misma preocupación es la que le ha llevado a criticar abiertamente las palabras del Papa Benedicto XVI en África contra el uso del preservativo. «Es eficaz. Y promocionar la abstinencia está lejos de la realidad de la vida. Sus palabras no son de alguien que se preocupa por la Humanidad. Debemos reaccionar frente a palabras como las suyas», respondió ayer.

Sabemos cómo controlar el virus dentro del paciente, pero no impedir que siga dañando su sistema inmunológico. De ahí las enfermedades oportunistas, como el caso mismo del cáncer. Sin cura, sin vacuna, «aun así, creo que en los próximos años ralentizaremos la epidemia», aunque, dejó bien claro, «sólo si el acceso a los tratamientos es universal». Y aquí entra en juego la presión social que Barré-Sinoussi no dudó en aplaudir.

«El VIH es el primer ejemplo donde los pacientes contribuyeron a la investigación y aplicación de los tratamientos. Si hoy hay un acceso universal es porque ha habido mucha presión por parte de los activistas en todo el mundo para que se rebajen los costes. Y tenemos que seguir trabajando con ellos para seguir bajando esos precios, y no sólo en los tratamientos, sino también en los análisis de la enfermedad, que siguen siendo caros», expuso con énfasis.

No en vano, la reputada investigadora no quiso pasar por alto su idea de que «trabajar con pacientes es impresionante y por eso tratamos siempre de conocer cuáles son sus prioridades. Es estupendo saber lo que los pacientes esperan de la comunidad científica», concluyó.

su investigación

Su labor investigadora se centra en los mecanismos naturales que controlan el sida, saber porqué hay personas -o los propios monos portadores- que no desarrollan la enfermedad a pesar de estar infectadas

la vacuna

La prestigiosa investigadora propone, tras fallar los proyectos de dar con una vacuna terapéutica, volver al laboratorio a hacer «ciencia básica» y dar con una nueva forma de hacer vacunas, porque las fórmulas tradicionales no sirven

sus frases

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