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Cambio de Gobierno en Lakua

Al final, Ibarretxe era el del talante; y Zapatero, el del raca-raca

El adiós de Ibarretxe se asemeja al inicio de Zapatero, pero éste sacó luego una mano de hierro debajo del guante de seda, e Ibarretxe se quedó en el talante No le hubieran faltado compañeros de viaje comprometidos, pero se echó atrás. Se le recordará como un buen hombre, pero no como el líder que Euskal Herria pedía

Ramón SOLA

El despliegue de talante con que despidió ayer la era del tripartito apuntala la imagen que muchos vascos -seguramente la mayoría- guardarán de Juan José Ibarretxe. Tras diez años en Ajuria Enea y quién sabe si al borde de su retirada de la política, se quiso marchar dando las gracias a todos, prodigando abrazos, exaltando el valor de la amistad, sin una mala palabra. La supuesta radicalidad de los principios políticos -«la identidad nacional, el derecho a decidir»- queda enterrada debajo del maquillaje de las formas.

El adiós de Ibarretxe se asemeja al inicio de Zapatero. La diferencia está en el momento. El presidente español se estrenó con un recital de sonrisas, de diálogo, de «buenismo»... Sus detractores lo compararon entonces con Bambi, pero Alfonso Guerra avisó de que en todo caso sería «un Bambi de hierro». Y Zapatero lo confirmó cuando llegó la hora de la verdad en Euskal Herria. Dijo no al Plan Ibarretxe, no a la consulta, no al acuerdo político resolutivo; hizo la vista gorda ante los procesos judiciales a Atutxa y el propio Ibarretxe, en un choque institucional sin precedentes; impulsó que la bandera española ondeara en instituciones vascas; extendió la ilegalización hasta falsear todo el mapa electoral; y, al final, ha dado la patada al PNV en el trasero de Ibarretxe. Debajo del guante de seda había una mano de hierro.

Tiene razón Ibarretxe cuando dice, como hizo ayer mismo, que las actitudes personales son muy importantes en política. Y su ejemplo es el más claro. Zapatero se ha comportado en Euskal Herria como un líder para los suyos, y a día de hoy tras él se alinean desde el PP al amigo francés. Ibarretxe se ha quedado a medio camino. Su viaje se acabó allí donde el talante ya no valía. Si Zapatero ha tenido el apoyo de millones de españoles, a Ibarretxe tampoco le hubieran faltado muchísimos compañeros de viaje comprometidos. Pero se echó atrás. Resulta ya estéril debatir sobre si fue porque no pudo, porque no supo, porque no quiso o porque no le dejaron.

Afirma Ibarretxe que iniciativas como el Nuevo Estatuto o la consulta son hitos para el futuro. Pero el problema a estas alturas no es tanto de iniciativas como de liderazgos, de decisión política. Ibarretxe marcó un camino, pero renunció a recorrerlo. Un estatuto en un cajón y una consulta sin urnas no son nada. Y su supuesta contumacia en los principios acabó siendo ridiculizada en Madrid con los chistes sobre el raca-raca.

Los hechos demuestran que el raca-raca auténtico ha sido el de Zapatero, el del Estado español. Ibarretxe se quedó sólo en el talante y en el voluntarismo, que no la voluntad. Euskal Herria le recordará quizás como un buen hombre, pero no como el líder que necesitaba en el arranque del siglo XXI.

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