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Los «jóvenes» lobos de Hollywood

 


Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Una noche calurosa y asfixiante de agosto de 1986, cuando se aproximaba la convención republicana de Chicago, Bob Rafelson vio «El héroe anda suelto» y le dijo a Bert Schneider: «Acabo de ver una película que es una mierda, pero el tipo que la dirigió sabe hacer cine. Llámale y dile que venga a vernos». Hablaban de Peter Bogdanovich, uno de los protagonistas del libro de Peter Biskind «Moteros tranquilos, toros salvajes» que ha reeditado Anagrama en su colección Compactos.

A simple vista, el «Nuevo Hollywood» duró escasamente una década, la de los setenta, pero la historia sabe que aquel cambio, aquella nueva generación de cineastas, se quedaría para siempre en las entrañas de los grandes estudios.

«La fábrica de sueños» parecía tocar fondo a causa de la crisis que se remontaba a la ley anti-trust (1948) y al inicio de la competencia por parte de la televisión. Disminuían los espectadores de sala al mismo tiempo que se producían menos películas. A esta poco ventajosa situación se le unían los cambios político-culturales provocados por la llegada de nuevos modos de pensar que ponían en entredicho los valores de antaño. Para sobrevivir, los grandes estudios renovaron sus estructuras de producción, sus contenidos y sus medios expresivos. Y es precisamente en este contexto donde se ubica «Moteros tranquilos, toros salvajes», un libro que nos sumerge en las historias de los jóvenes que, tras lograr una oportunidad para adentrarse en el sistema, consiguieron arrastrar al público hasta los cines y «romper las taquillas». Biskind relata, mediante anécdotas y suculentos pasajes bien documentados, cómo Hollywood tendió la mano a una nueva generación de cineastas y les dejó jugar a los auteurs para sanear sus cañerías. Filmes como «Easy Rider» (1969), una producción independiente pero que contaba con la distribución de una Major, son el ejemplo de lo que se gestó en aquellos años. Una película que había costado cuatrocientos mil dólares logró con su distribución 19 millones. Esta fue la clave de la extraordinaria renovación del cine norteamericano de los setenta: un sistema de integración entre la producción independiente y la estructura de distribución. En medio, una generación de jóvenes directores (Altman, Lucas, Coppola, Spielberg, Bogdanovich, Scorsese, Schrader...), que sentaron las bases de lo que había que hacer para que la industria sobreviviese. Rompiendo taquillas, «El padrino», «La guerra de las galaxias», «Apocalypse Now» o «Tiburón». Hollywood estaba a salvo.

 

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