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Anjel Ordóñez Periodista

Meditación y conflicto vasco

Dice un koan, o enigma que el maestro plantea al novicio en la tradición oriental zen, que «es fácil ganar o perder, pero no es fácil ni ganar ni perder». La paradoja no tiene otro fin que abrir la mente del novato a dimensiones desconocidas, procurando trasladar su inteligencia a territorios más allá de la lógica para descubrir la razón a través de nuevos caminos. En otras palabras, un puñetero acertijo sin solución cristiana. Pues en algo de eso ha invertido su tiempo el PNV desde los comicios de marzo hasta la fecha. Que si Ibarretxe ha ganado las elecciones, pero le han birlado el sillón; que si López ha perdido en las urnas, pero ha hecho trampas para robar la poltrona; que si Basagoiti ha perdido, pero será quien realmente gobierne; que si los abertzales de izquierdas ni han ganado ni han perdido porque no han querido; que si, que si, que si...

Pero volvamos a la filosofía oriental. Reza un poema zen: «Sentado tranquilo, haciendo nada/ la primavera llega, y el pasto crece por sí solo». Enigmático, ¿verdad? Pues esa es la filosofía que han practicado los maestros jeltzales durante las últimas décadas para tratar de sacar a este país del violento conflicto que padece. Sentarse tranquilos sin hacer nada. Y claro, mientras tanto, el pasto les ha crecido bajo los pies hasta convertirse en jungla llena de fieras. Y de las fieras, amigo, no se puede esperar que se sienten a meditar. Te pegan un bocado y punto. Donde más duele.

Un último esfuerzo intelectual, queridos lectores. Dejen a un lado la filosofía oriental y utilicen simplemente la memoria, la histórica. Aparquen el zen de Buda y recuerden el ZEN de Barrionuevo. Zona Especial Norte, ¿se acuerdan? Claro que se acuerdan. Aquel plan que alumbró el Estado español de la mano del ilustre ministro almeriense, luego condenado por delito de secuestro y malversación de caudales públicos en relación con el GAL. Aquella semilla germinó regada a la fuerza con el sufrimiento de un pueblo. Y nunca se secó. Creció, mutó y ha terminado por florecer en el mismísimo jardín de Ajuria Enea. Y el jardinero, ahíto, durmiendo la siesta. ¿Espabilamos?

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