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La lucha por el antiguo espacio soviético

Occidente mira de reojo a Rusia al tentar a sus antiguos satélites

El deshielo en las relaciones entre Occidente y Rusia ha sufrido un frenazo en seco. Tanto es así que el presidente de EEUU, Barack Obama, se saltó el protocolo para anunciar que tenía previsto recibir en la Casa Blanca al ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov. Ello no impidió una nueva reunión de la OTAN con Georgia y Ucrania en Bruselas. La UE se tienta la ropa antes de provocar el enfado ruso por sus proyectos de asociación con seis ex repúblicas soviéticas.

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GARA | WASHINGTON-BRUSELAS-PRAGA

La pugna, cada vez menos desigual, entre Occidente y Rusia por la primacía en lo que hasta hace 20 años era territorio bajo control de la URSS ocupa un lugar central en la realidad internacional de los últimos meses, pese a los recientes gestos y buenas palabras de la nueva Administración Obama.

La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, recibió ayer en Washington a su homólogo ruso, Sergei Lavrov, quien a principios de semana anunció que no participará en el Consejo OTAN-Rusia para protestar por los ejercicios militares de la alianza militar atlántica en la república caucásica y antigua república soviética de Georgia.

El objetivo del encuentro es cerrar la agenda de un encuentro previsto en Moscú entre el presidente ruso, Dmitri Medvedev, y el inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama, quien ha hecho de la cuestión del desarme y de un nuevo acercamiento a Rusia uno de los ejes de su nueva política internacional.

El plante ruso coincide con un repunte de la tensión entre la OTAN y el Kremlin, que han protagonizado estos días una escalada de expulsiones de diplomáticos (rusos y canadienses, respectivamente) que dice poco de la anunciada normalización de las recién reestablecidas relaciones bilaterales, denunciadas por los aliados con motivo del conflicto militar que estalló el verano pasado en el Cáucaso tras la ofensiva militar de Georgia contra el enclave independentista de Osetia del Sur.

Ucrania y Georgia

El inmediato contraataque militar ruso, que provocó la huida en desbandada del débil Ejército georgiano, pareció entonces atemperar el entusiasmo de la OTAN en sus planes de extensión hacia lo que para Moscú siempre ha sido su «extranjero cercano». Desde entonces, Rusia no ha dejado de apuntalar sus posiciones tanto en Osetia del Sur como en el otro enclave irredento de Abjasia. Hace una semana, el Kremlin anunció que se hará cargo del control de las fronteras de ambos territorios, lo que ha sido interpretado por Georgia como un paso más hacia una definitiva anexión.

Pese a unos primeros meses de indecisión ante la sorprendente contundencia de Moscú, los aliados han decidido mantener el pulso y ayer mismo los máximos jefes militares de la OTAN se reunían en Bruselas con sus colegas de Georgia -con los que comparten ejercicios militares durante todo este mes- y Ucrania, cuyo Gobierno prooccidental aspira asimismo a una integración completa, militar, política y económica, en la esfera de Occidente.

Asociación Oriental

Junto con Washington y Bruselas, Praga fue ayer el tercer escenario de esta lucha soterrada entre Occidente y Rusia.

La Unión Europea inauguró en la capital checa una asociación reforzada con seis antiguas repúblicas soviéticas.

Los Veintisiete mostraron ayer su voluntad de «profundizar en las relaciones y establecer una asociación oriental» con los países europeos de Ucrania, Bielorrusia y Moldavia y con las tres repúblicas caucásicas de Georgia, Azerbaiyán y Armenia.

La iniciativa ha sido liderada por la Presidencia de turno checa de la Unión, Polonia y la mayor parte de los antiguos países del Pacto de Varsovia hoy bajo la órbita occidental, el bloque que la extinta Administración Bush bautizó en su día como la Nueva Europa -en contraposición al núcleo duro de la Unión por su rechazo a la aventura militar estadounidense en Irak-.

No obstante, este núcleo duro -conformado principalmente por Alemania y el Estado francés- se ha encargado de enfriar los ánimos de checos y polacos dando el visto bueno a un acuerdo de mínimos que mantiene a los seis países lejos de cualquier expectativa, siquiera a largo plazo, de protagonizar una nueva ampliación de la UE.

La declaración final señala que esta asociación reforzada estaría condicionada a la estabilidad en esos respectivos países, asolados la mayor parte de ellos por crisis políticas y económicas estructurales.

Más aún, la UE insiste en condicionar la profundización en la asociación con la asunción por parte de cada uno de los seis gobiernos de «valores fundamentales, entre ellos la democracia, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos». Nada como poner condiciones que uno mismo incumple para mantener el estatus quo.

Y es que París y Berlín -secundados con desigual contundenia por otras capitales comunitarias- no quieren ni oír hablar de nuevos compromisos para afrontar más ampliaciones y consideran que las promesas hechas a los países balcánicos -no digamos a Turquía- ya son difíciles de digerir.

Tampoco entra dentro de los planes franco-alemanes envenenar aún más las relaciones con Rusia, que mantiene más o menos intactos sus músculos milita y energético -pese al descenso en el precio de los hidrocar- buros-.

Moscú no ha eludido mostrar su malestar por este proyecto de asociación oriental, que en palabras de su ministro de Exteriores es «una nueva tentativa de crear nuevas líneas de división» en Europa que obligarían a los países concernidos a «elegir entre Rusia y la UE».

La Comisión de Bruselas ha lanzado varios mensajes tranquilizadores a Moscú, insistiendo en que «la estabilidad de esos países» iría en su beneficio. Protegido por el anonimato, un diplomático comunitario reconoció que «la UE está muy atenta a estas críticas de Rusia» y añadió que el objetivo sería «evitar que haya demasiadas contradicciones entre nuestros respectivos deseos». Pese a ello, el anfitrión y primer ministro checo, Mirek Topolanek, insistía ayer en que «no estamos ante una reedición de los dos bloques ni ante una lucha por la influencia y el control».

Topolanek insistió en que la cumbre de Praga debería ser «el inicio de una asociación pragmática y operacional para reforzar la cooperación en los dominios económico, social, de derechos humanos y de seguridad» con las seis antiguas repúblicas de la URSS.

Entusiasmado, el presidente de Ucrania, Viktor Yushenko, coincidió en que «se trata de una asociación política y de cooperación económica. (...) La asociación oriental es una primera hoja de ruta a la que nosotros no vemos ningún problema», insistió el político prooccidental ucraniano.

Con el mismísimo Obama

Problemas debe haberlos cuando la Casa Blanca anunció a última hora que el jefe de la diplomacia rusa, Lavrov, iba a ser recibido por el mismísimo presidente Obama. En un gesto de distensión, un portavoz del Pentágono calificó ayer de «analizable» a propuesta rusa de utilizar conjuntamente una estación radar en Azerbaiyán como alternativa al escudo antimisiles en Polonia y República Checa, uno de los principales puntos de fricción entre EEUU y Rusia.

gas ruso

La Unión Europea quiere lograr hoy un compromiso político para crear el «Corredor del Sur», que transporte a Europa gas procedente del Mar Caspio, Asia Central y Oriente Medio para reducir su dependencia del gas natural ruso.

enfrentamientos

Más de 30 personas tuvieron que ser ingresadas anoche en diversos hospitales de Tiflis después de los enfrentamientos registrados entre Policía y oposición, que exige la dimisión del presidente georgiano, Mijáil Saakashvili.

fracaso

El Ministerio ruso de Defensa anunció que la segunda reunión prevista entre los responsables del departamento y los representantes de Georgia, Osetia del Sur y la Unión Europea ha fracasado «a causa de Georgia».

investigación

La oficina del presidente georgiano difundió un comunicado en inglés para decir que las autoridades «no especularán sobre los detalles» del motín del martes en una base militar y que «permitirán al sistema legal que investigue lo ocurrido».

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