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La lucha por el antiguo espacio soviético

Palabras y diplomacia

Josu JUARISTI

El documento final de la cumbre de Praga refleja hasta qué punto afina la UE en cuestiones de terminología hasta llegar al mínimo común denominador de los intereses de cada Estado miembro. El 29 de abril, la presidencia checa remitía al resto de socios un texto en el que se refería a los Veintisiete más Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Armenia, Azerbaiyán y Georgia como «países europeos» (es decir, todos en el mismo plano geopolítico) y hablaba incluso de «visa-liberalización». El último documento, consensuado y limado por los diplomáticos de los Veintisiete ayer mismo elimina estos conceptos y renombra a los Seis como «socios europeo orientales» y «países socios», y recoge que la cuestión de los visados es un objetivo a largo plazo.

Fuentes comunitarias afirman que han sido sobre todo Alemania y Holanda quienes han forzado estos cambios, debido a que consideraban demasiado pro-ampliación el concepto global de «países europeos». Es de suponer que también Estado francés habrá apoyado la enmienda, puesto que Sarkozy dijo el miércoles que «es necesario que la UE deje de diluirse en una ampliación sin fin». Como manifestó Merkel a principios de semana, la ampliación está congelada hasta que la integración comunitaria se estabilice internamente (Tratado de Lisboa...), y las fronteras orientales de la Unión son demasiado inestables como para comprometerse ahora a nada. Una cosa es integrar los países de Europa Central aunque la UE no esté preparada, otra negociar nuevos acuerdos de asociación (algo habitual), y otra bien distinta abrir aún más la puerta a riesgo de un choque de trenes con la «energética» Rusia y a costa, quizás, del propio modelo de integración, hoy ya muy tocado como para seguir la línea que le propone o marca, una vez más, la OTAN, como ocurrió con los centroeuropeos.

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