Un partido para la Historia
Un pasillo de aficionados saluda a los subcampeones al pisar suelo vizcaino
El Athletic ya está en bilbo. Quizá no se lo esperaban, pero su llega da al aeropuerto de Loiu volvió a ser un baño de multitudes, aunque se nota que los jugadores no están para mucha fiesta. Pero el jugador número doce quiere más. Para él, son los campeones.
Joseba VIVANCO
El capitán del vuelo con origen en Valencia y destino Bilbo, con llegada prevista para las 19.15, anuncia a los pasajeros que se abrochen los cinturones, se perciben turbulencias a su llegada al aeropuerto de Loiu. Tanto que el guía de la aeronave eleva el sonido ambiente para que lo escuche el pasaje: «Athletic, Athletic, Athletic...». Así es, ahí está, ésa es, la afición de San Mamés que espera a los subcampeones de Mestalla, los mismos parroquianos de la catedral que sólo unas horas antes habían vivido un orgasmo en rojiblanco y todavía mantenían erecto ese éxtasis histórico. Ahora, un par de centenares de ellos aguardaban a los de `Jokin' Caparrós en su doloroso regreso a casa.
«No creo que haya tanta gente sin tener otra cosa mejor que hacer», me comentaba un incrédulo amigo antes de encaminarnos hacia la terminal vizcaina. El avión del Athletic tenía previsto su aterrizaje en Loiu sobre las 19.00. Una hora antes, algunas decenas de seguidores enfundados en zaramarras en rojo y blanco, banderas y gritos cercaban ya desde una hora antes una de las salidas del pasaje. A partir de ahí, nuevos aficionados van llegando hasta el aeropuerto, mientras otros muchos, igualmente ataviados, arriban pero en alguno de los vuelos procedentes también de la ciudad del Turia.
Con el paso de los minutos la incredulidad de algunos recién llegados, ajenos al jolgorio futbolero, se acrecienta, lo mismo que la presencia de seguidores que, ante la presencia de fotógrafos de prensa o cámaras de televisión aprovechan su medio minuto de gloria. Algunas personas con cartelitos en mano buscan a algún pasajero recién llegado; pero hay una que reclama al nuevo ídolo de la afición. «Ari, ari, ari, Toquero lehendakari», al que los oídos le pitan desde que el avión sobrevuela la cima del Gorbeia.
Son las 18.30 y quien arriba es el autobús del conjunto bilbaino. Los cánticos, que no por repetidos pierden su fervor, se suceden. Banderas, bufandas, ikurriñas y muchas camisetas. Toquero es el héroe, pero se ven los nombres de Ezquerro, Tiko, Casas y hasta Alkorta.
Faltan apenas diez minutos para la hora anunciada y el entregado gentío delinea un pasillo por el que los jugadores accedan al autobús. El panel de vuelos informa de que el avión llegará pero unos minutos más tarde de lo pensado. No importa. Un grupo de adolescentes con pinturas de guerra se convierten en las improvisadas `Cinco bilbainas'. Voces fememinas a la espera de sus ídolos y que dan más miedo que el dream team de Guardiola. Ellas lideran la gabarra musical. Hasta que una garganta masculina se suelta aquello de «cómeme el nabo, Del Nido cómeme el...».
Siguen llegando viajeros. «La ostia, joder», no se reprime uno al ver la postal de recibimiento. Ya falta menos. Personal del aeropuerto pide que por favor el pasillo permita el paso a los jugadores. Son las 19.15. El avión ha aterrizado. «Graba a Toquero», le grita a un cámara su compañero. Ni que fuera el lehendakari... «¿Vienen o qué?», se impacienta la gente. «Salen por la otra puerta», grita un gracioso. Pero no. Ahí están. Los gritos femeninos de aficionadas se tornan ahora en alaridos de fans. Es Amorebieta, pero con la misma mirada perdida que se le quedó al final de los 90 minutos de la noche anterior. Cruza entre ánimos, sólo ante el peligro.
Tras él... nadie. Pasan los minutos... y nadie. Se diría que el central bilbaino se ha lanzado en paracaídas. El pasillo se inquieta. Los pies duelen y ya no saltan ni al grito de que bote San Mamés. «Si pasa Koikili ni Dios le ve», ameniza uno la espera. Hasta que de pronto aparece el ex-rojiblanco Txetxu Gallego seguido en fila india por toda la plantilla: los Orbaiz, Muñoz, Gurpegi... Apretados, saludados, pero con la misma mirada perdida que su compañero Amorebieta. Apenas una sonrisa. Siguen jodidos. Sólo la luz de los ojos y la sonrisa de Llorente. No están para fiestas. Son futbolistas, no aficionados. Y vienen de perder una final copera. Pero la gente grita «Barça entzun, Athletic txapeldun». Y por eso Caparrós se lleva todas las palmadas, a las que responde con sonrisas casi forzadas. También está jodido. Un pasillo interminable. El autobús espera. El Arenal espera.