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La política en cada estado miembro marca la campaña a las europeas

Elecciones europeas sin Europa. La campaña al Parlamento de la UE en Estrasburgo ha arrancado, como siempre, en medio de la apatía general. Las cuestiones de política interna en cada estado priman absolutamente. Tan es así que los estados donde se prevé una menor abstención son, por regla general, los que están en vísperas de importantes citas electorales o las han hecho coincidir con las europeas.
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Treinta años después de las primeras elecciones con sufragio universal directo al Parlamento de la Unión Europea en Estrasburgo, la campaña para las elecciones destaca, como las precedentes, por la nula movilización y sigue siendo fagocitada por las cuestiones estatales en ausencia de una verdadera opinión pública europea.

«Paradójicamente, mientras el Parlamento (de Estrasburgo) sigue ganando atribuciones desde 1979, la participación no deja de bajar elección tras elección y seguimos sin contar con una real campaña electoral europea», se muestra desolado el eurodiputado socialdemócrata alemán Jo Leinen.

«La UE ha demolido muchas barreras a excepción del muro invisible de los debates políticos. Las carreras al Elíseo, al número 10 de Downing Sreet o a la Cancillería alemana siguen dominando las campañas en los respectivos países», coincide el eurodiputado conservador francés Alain Lamassoure.

«Por toda Europa, parece que estamos ante 27 campañas nacionales en las que los asuntos europeos son relegados a un segundo plano», confirma Corinne Deloy, investigadora de la Fundación Robert Schuman.

El caso francés

La oposición francesa denuncia estos días que el presidente, Nicolas Sarkozy, «ha logrado centrar la campaña en torno a su persona». Pero la responsabilidad está repartida. El socialista Bênoit Hamon ha instado a los electores a que conviertan el 7 de junio en un voto de castigo con el inquilino del Elíseo. El centrista François Bayrou se ha sumado estos días a la fiesta al publicar un virulento ataque contra Sarkozy.

En Alemania, manda la proximidad con las elecciones generales previstas para otoño. «Por lo menos, el hecho de que vayan a tener valor de test forzará la movilización más allá de los estados mayores de los partidos», ironiza Jo Leinen.

El interés de los políticos por estas elecciones es tan débil que muchos de ellos refunfuñan antes de aceptar el destino en Estrasburgo o lo hacen como último recurso tras perder peso en las políticas de sus respectivos estados.

Las campañas para las europeas movilizan poco en ausencia de mensajes claros. «Se elige un Parlamento que sigue sin tener el poder para elegir al Gobierno de la UE que es la Comisión Europea, y donde las dife- rencias entre izquierda y derecha son prácticamente indescifrables». De hecho, en Estrasburgo, en numerosos dossieres un laborista británico puede estar más cerca de un conservador francés que de un socialista francés. O al contrario, las coaliciones nacionales se forman más allá de los partidos, porque se trata de defender los intereses concretos de cada país.

Estas diferencias hipotecan la emergencia de partidos transnacionales fuertes. Los socialistas europeos son incapaces a día de hoy de ponerse de acuerdo en torno a un candidato alternativo al presidente saliente de la Comisión, José Manuel Barroso.

Para Jo Heinen, no habrá una verdadera campaña electoral europea mientras no se organicen las elecciones en las mismas condiciones en todo el territorio de la UE. En este sentido, las listas electorales, cerradas hace tiempo en Gran Bretaña o en Alemania, siguieron abiertas hasta ayer en el Estado francés.

En su opinión, la UE debería, asimismo, generalizar la prohibición de acumular mandatos o la designación democrátiva de los candidatos por parte de los partidos. «Sería interesante, además, que una parte de los diputados fueran elegidos en listas transnacionales a escala europea, precisamente para superar las fronteras políticas nacionales», afirma.

Los últimos llegados del este europeo son los más indiferentes

Si el entusiasmo por votar en las elecciones brilla por su ausencia en el conjunto de la Unión, las encuestas auguran un índice de participación pírrico en los diez países del Este, los últimos en haberse incorporado a la UE en las últimas ampliaciones.

En Polonia, las encuestas anticipan que acudirá a votar un 13% del electorado, la tasa más baja en la UE. Y eso que el Gobierno trata por todos los medios de atizar la conciencia del electorado. El ministro de Exteriores, Mikolaj Dowgielewicz, insiste en la importancia de votar para decidir «sobre cuestiones concretas de la vida diaria, como el precio de los vuelos aéreos, de las comunicaciones telefónicas o de internet».

Resignado, el politólogo Ireneusz Krzeminski no duda en acudir a la eterna excusa y culpa de la anunciada abstención «a la herencia del comunismo, que obligaba a votar».

En Eslovaquia se espera una participación del 15%, un punto más que el 14% de los comicios de 2004.

Asolada igualmente por la crisis global, en Rumanía la campaña electoral brilla por su ausencia. «No es cuestión de derrochar dinero en propaganda», justifica el consejero presidencial Cristian Preda.

Como en Rumanía, sólo un búlgaro de cada tres piensa votar. Y eso que los electores confían más en los diputados de Estrasburgo que en los nacionales. En los estados bálticos, sólo los letones parecen movilizados, pero por la coincidencia de la elección con los comicios regionales y municipales. Lo mismo ocurre en la República Checa, que espera una participación de más del 50% en vísperas de las elecciones anticipadas de octubre. GARA

calendario

Las europeas en Holanda y Gran Bretaña tendrán lugar el jueves día 4. Las votaciones en Letonia, Malta, Eslovaquia y Chipre serán el sábado. El resto de los Veintisiete han convocado los comicios el domingo 7.

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