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Raimundo Fitero

Salir del armario

Cómo es posible que se pueda experimentar una sensación de felicidad por el resultado de un encuentro deportivo? ¿Qué sería del fútbol sin la televisión? ¿Qué sería de la televisión sin fútbol, baloncesto, rugby, pelota, motos o coches? ¿Un equipo de fútbol puede ser un punto fundamental para definir una identidad, una manera de integración? ¿Puede ser más que un club, más que un partido, más que un triunfo? Las preguntas tienen respuestas fáciles, pero los motivos por las que un simple partido de fútbol o un equipo se convierta en un fenómeno social requiere de bastante más agudeza.

Sí, lo sabíamos, es el nuevo opio del pueblo, pero convertido en algo que escapa del tópico, porque si por un lado se entiende que en la afición del Barça en Roma no apareciera ni una sola bandera rojigualda, que un jugador salude a las autoridades con un senyera en el cuello, pero no es menos cierto que de repente, en un lugar de la Mancha como Almagro, la celebración de la victoria es multitudinaria, sonora y escalofriante y entre los celebrantes acuden jóvenes con banderas de Marruecos, Ecuador o España, junto a la simbología culé más básica. Es decir las teorías identitarias son menos simples debido a la globalización y a lo mejor hay una fascinación por el propio deporte y su manera de ejecutarlo.

Obviamente, el fútbol, gracias a la televisión, se convierte en algo interclasista. Los abrazos entre los que menos tienen y los que más por un gol es algo rutinario. No significa mucho, pero es una realidad. En el partido del que hablamos, fueron doce millones de espectadores quienes lo siguieron, alcanzando en momentos el sesenta y cinco por ciento de share, o sea, un dato que lo explica casi todo. Todos estos telespectadores no pueden ser unos alienados, unos forofos descerebrados, sino que habrá quién lo vea por placer, compromiso o por rito. Algo debe tener este asunto para que convoque la atención de personas de todos los géneros, formación y capacidad económica. Vamos a salir del armario y declaramos nuestra más incondicional entrega al guardiolismo, a Pep, que sintetiza tantas cosas importantes.

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