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Imanol Intziarte Periodista

La nueva versión de «la bolsa o la vida»

Ya estamos con la burra a brincos. Desconozco si esta típica expresión es una de las recogidas en el libro de José Mari Esparza «Puta por rastrojo», pero me viene como anillo al dedo. Cada vez que se aproxima la fecha de posible caducidad de algún tipo de instalación que no goza del fervor popular, no falta quien nos augure poco menos que las siete plagas bíblicas en caso de que se consume su cierre. Los defensores de estas infraestructuras, cuya prioridad es indudablemente nuestro bienestar, acuden raudos a proteger el bien que ellos consideran más importante para todo ser humano que se precie. ¿La salud? Quita, quita, que hablamos de la cartera.

Pasó con el polígono de tiro de Las Bardenas. ¿No son unos miles de euros -otra cosa es su reparto- mucho más relevantes que la posibilidad de que te caiga un caza sobre la cabeza? Además, lo primero es seguro y lo segundo... una remota lotería. Pasa con el TAV, que si no se construye comeremos berzas y de lo contrario angulas a diario. Ahora le toca a Garoña. Que si se cierra, subidón al canto en la factura de la luz. No es una amenaza -para eso ya están los ecologistas con sus protestas-, es información. Se creen que nos chupamos el dedo. La decisión final se tomará pensando en la cartera, pero no precisamente en la nuestra.

Lo que sí está en nuestras manos es callar pensando que, al menos, algo hemos ahorrado, o decirles que no, que aunque no se lo crean, para muchas personas nuestra salud y la de nuestros allegados es mucho más importante que el incremento de un porcentaje en un recibo. ¿Por dinero va a ser? Pues tampoco. No nos engañemos, obviamente apreciamos el vil metal en la medida en que nos es necesario para nuestras necesidades básicas y, si sobra algo, para vicios.

Pero de ahí pensar que anteponemos la pasta incluso a la salud y que saldremos a la calle en masa para reclamar que Garoña no se cierre va un trecho. Y, como dirá el título del próximo libro de Esparza, «si hay que ir al infierno se va, ¡pero que no acojonen!».

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