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Eszenak

Adhesión y sedición

Josu MONTERO | Escritor y crítico

Acaba la temporada de fútbol y comienza la de conciertos y macrofestivales, bien apoyados ambos por los poderes públicos, también económicamente; dinero público a bien saneadas empresas privadas, sean éstas bandas de rockanroll o equipos de balompié. ¡Todo sea por el ocio! El Imperio romano también destinaba sestercios a tutiplén al circo. ¡Qué iba a ser de nuestra triste existencia sin un poco de diversión!

El teatro tiene evidentemente muchos puntos de contacto con la literatura -con la novela, con la narrativa breve, con la poesía- e igualmente, claro, con las artes plásticas; pero tiene también divergencias obvias con esas disciplinas artísticas. Frente a la literatura o la plástica, el teatro se celebra aquí y ahora, la presencialidad es condición necesaria, el encuentro o enfrentamiento en el mismo tiempo y en el mismo espacio de actores y espectadores frente a la privacidad diferida de la lectura o de la exposición. Es lo mismo que le separa del cine, y que hace que el teatro sea considerado desde la antigua Grecia una disciplina eminentemente social, una asamblea de ciudadanos. En este sentido, el teatro está más cercano al fútbol o a los conciertos, pero con respecto a éstos existe una clarísima diferencia. Y ahí es adonde quería llegar.

La función del fútbol y de los conciertos consiste en crear adhesión; ambos acontecimientos actúan eliminando la individualidad y convirtiéndonos en una masa uniforme, adoradora de unos colores o de una banda; y lo hace porque excita nuestra irracionalidad y apela a nuestra emocionalidad. Si lo pensamos bien, son cosas que convienen siempre a quien tiene la sartén por el mango; tras la catarsis volvemos a ser ejemplares ciudadanos, hemos oxigenado y ejercitado nuestro gregarismo y desfogado nuestra acumulada agresividad. Alienación se le solía llamar antaño, cuando tan claro se tenía que las dictaduras -nunca las democracias- intentaban aborregarnos con el pan y circo.

El teatro, en cambio, no genera adhesión sino sedición; no genera masa sino individualidad -que no individualismo, hemos quedado que es un arte social-; no genera gregarismo irracional y emocional, sino espíritu crítico y cuestionamiento. Su finalidad no es la orgullosa exaltación futbolera o guitarrera, sino aguarnos la fiesta, meter el dedo en el ojo, mostrarnos que los sueños se transforman pronto en pesadillas, desvelar la otra cara, la oculta y oscura, ver más allá, y hacerlo además, no a través del sermón o del mitin, sino del arte. Ya sé que todo esto es la teoría, lo que debería ser, y es en demasiadas pocas ocasiones.

Y no me quiero olvidar de las próximas elecciones y de un poema del donostiarra Karmelo Iribarren que le oí recitar el otro día con su sarcástica circunspección habitual. Se titula «El candidato a pie de calle»: «Reparte papeletas / con su foto, / sonríe, / promete, / estrecha manos. / Nadie le cree / una palabra, / pero es igual, / el cámara sigue / filmando. / Una niña se acerca: / Mira, mamá -dice-, / hay teatro»

Ficha

Obra: «Los payasos».

Dirección: Ferdinando Ceriani.

Intérpretes: Alfredo Clay, Flavio y Walter Colombaioni.

Iluminación: Ferdidnando Ceriani.

Efectos especiales:

Ballonfantasy

Compañía: Colombaioni.

Ficha

Obra: «Desde Frankfurt».

Bailarines: Jone San Martin, Amancio González e Inma Rubio. Coreografías: «Derivado», «Sin-king in me» «Vision Divided», y «The vile parody of adress».

Lugar: Palacio

Euskalduna (Bilbo).

Fecha: 31de mayo.

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