Los indígenas de la Amazonía peruana han sido el último pueblo originario de América que ha padecido la agresión y el genocidio del colonizador blanco. El Gobierno de Alan García no ha tenido mejor idea que arrebatarles el control sobre su tierra, con todo lo que supone en un país que tiene firmado con EEUU un Tratado de Libre Comercio (TLC). Es decir, que las multinacionales tendrán vía libre para expulsar a los indígenas y explotar la tierra, envenenándola. El decreto 1.090, que el Congreso de Perú seguirá debatiendo como si no pasase nada, es, precisamente uno de los puntos que el Gobierno de Lima aceptó para firmar el TLC con EEUU.

Las empresas petroleras, mineras o madereras, con consejos de administración en el lejano y frío Norte, ya estaban frotándose las manos ante los ingentes beneficios que iban a obtener, especialmente en tiempos de crisis económica. Para eso vale un TLC y no van a venir unos indios a estropearlo.

Alan García, por cierto, es el mismo presidente que gobernó en Perú entre 1985 y 1990, dejando al país para el arrastre y permitiendo el acceso a la Presidencia de otro pájaro de cuidado, Alberto Fujimori.

En América Latina no todos son gobiernos progresistas y bolivarianos. También existen los que están controlados por calaña como Alan García, que ante la revuelta popular de los indígenas de la Amazonía en defensa de sus derechos y de su modo de vida tradicional, no ha dudado en entrar a sangre y fuego. Más de 65 etnias han participado en las protestas con bloqueos de rutas y ríos y tomas de instalaciones petroleras. Las últimas noticias hablan de al menos 40 muertos por la represión policial.

Hemos oído mil veces que la Amazonía es el pulmón del mundo, que hay que conservarlo para evitar que se acelere el cambio climático. Pero, a la hora de la verdad, los poderosos optan por despojar de su modo de vida a quienes llevan habitando esas tierras desde hace siglos, con prácticas que sí respetan la naturaleza, para entregarlas al expolio.