Crónica | Comicios presidenciales en Irán
Teherán mira con incertidumbre a la cita electoral de mañana
En víspera de las elecciones presidenciales en Irán, los pronósticos apuntan a un resultado muy ajustado y se inclinan por la posibilidad de una segunda vuelta, que se celebraría una semana más tarde, entre el actual mandatario, Mahmud Ahmadinejad, y el candidato reformista Hussein Mousavi, quien se erige como un sólido aspirante con serias opciones frente al presidente iraní.
Karlos ZURUTUZA
Mahmud Ahmadinejad con un niño en brazos o junto a un cohete; rezando junto a los prohombres de la revolución o escuchando los consejos de los clérigos con humildad. Así se muestra el presidente iraní en la miríada de carteles pegados por la capital persa. Todo vale, sobre todo en un momento en el que muchos empiezan a ver en Hussein Mousavi un rival con grandes opciones de llevarse el gato al agua. Y es que el protegido del reformista Mohamed Jatami está realizando una impecable campaña de discurso sereno y pretendidamente aperturista, y en la que siempre le acompaña su mujer, Zahra Rahnavard.
«¿Por qué no hay candidatas a la Presidencia en Irán», preguntaba la posible futura primera dama en un mitin en la norteña Tabriz la semana pasada. Y con éstas son ya unas cuantas las declaraciones que ha hecho esta pintora y antigua rectora de universidad en favor de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en este país. Lo nunca visto, y menos en campaña.
¿Se acuerda alguien de Kerroubi y Rezai, los otros dos candidatos? Nada extraño. Muchos apuntan ya a que han sucumbido ante el «factor Zahra».
Pero Ahmadinejad no se rinde y contraataca descalificando a sus rivales a diestro y siniestro. Tiene para todos y se justifica después alegando que él mismo ha sido ya objeto de exactamente 34.600 artículos de propaganda en su contra.
Puede que Mousavi cuente con el nada desdeñable apoyo femenino, pero Ahmadinejad tiene el de los clérigos, empezando desde arriba, desde Alí Jamenei. El aspirante promete museos, galerías de arte, ayudas y libertad de expresión a los sufridos artistas e intelectuales; el presidente apoya a la selección de fútbol y le cede su jet privado, a pesar del doloroso 0-0 frente a Corea del Norte que ha dejado a Irán casi sin opciones para Sudáfrica 2010...
Y todo este espectáculo, por supuesto, va dirigido a los más de 70 millones de iraníes, 15 de los cuales viven en Teherán.
El pueblo
«Ahmadinejad es un ególatra corrupto que sólo piensa en sí mismo. Nos ha llevado a la ruina, ha sido lo peor que ha sufrido este país en las últimas décadas», asegura Mohamed, un jubilado de Teherán. «Votaré por Mousavi -continúa- aunque no me gusta nada la campaña de marketing que hace con su mujer. Somos persas, no europeos», remarca categórico. Sea como fuere, los reformistas como Mohamed saben que el apoyo que puedan recibir en Teherán no se trasladará, ni mucho menos, al resto del país.
Además, está claro que no todos en la capital comparten dicha intención de voto. No en vano, los carteles de Ahmadinejad circulan pegados en las ventanas traseras de muchos taxis, como el de Hussein, que apoya sin ambages la política del presidente: «Ahmadineyad es un hombre del pueblo, es como nosotros», dice mientras sortea con su Peykan iraní el caos del tráfico en Teherán. «Sabemos que la economía no va bien, pero el colapso es a nivel mundial, no sólo en Irán», añade, mientras «castiga» con el claxon a los mousavistas que se cruzan en su camino.
Hussein también menciona la supuesta «injerencia de potencias extranjeras en aras de desequilibrar el país». Sin ir más lejos, la explosión que costó la vida a 25 personas en la mezquita de Zahedan hace dos semanas fue reivindicada por Jundulah, una milicia suní con base en Afganistán. Muchos como él, mousavistas incluidos, ven detrás la mano de Estados Unidos.
Y si en algo más coinciden todas las partes es en la posición respecto al programa nuclear. A pesar de sus diferencias, tanto Ahmadinejad como Mousavi, Kerroubi o Rezai han defendido como innegociable el derecho de su país a la investigación nuclear como algo innegociable.
Pero, ¿son realmente tan diferentes los candidatos en liza?
«Para empezar, todo aquel candidato que se oponga a la Ley Islámica es automáticamente rechazado», explica Behzad desde su tienda de bombillas cercana al bazar. «Así las cosas, nos quedamos con cuatro candidatos que han de actuar en el marco de una teocracia. ¿Qué clase de democracia es ésta?», se pregunta este comerciante sin ocultar su indignación. «Votaré a Mousavi -añade- aunque sé que apenas va a cambiar nada».
«La revolución del 79 fue necesaria pero se ha convertido en una forma de vida en sí misma, se ha prolongado demasiado», añade una clienta. «Todo el mundo está harto, pero estamos atados de pies y manos por el miedo», asegura.