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Análisis | Elecciones al Parlamento Europeo

Aralar-EA, pareja a la fuerza y con separación de bienes

 ERC cambió de partido hermano vasco al ver los restulados de Aralar el 1-M y ambos diseñaron una coalición que dejaba a EA como convidado de piedra. Después nada funcionó.

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Iñaki IRIONDO

Antes de hacer cualquier consideración sobre los resultados de Independentistak eta Ezkertiarrak, hay que aclarar que no era una coalición sino que ambos partidos se vieron metidos en un mismo barco en el que fueron más revueltos que juntos. Y también eso explica sus pobres resultados.

La primera pregunta es ¿existía una coalición Aralar-EA? Y la respuesta es que no. Ambos partidos se encontraron en la misma coalición de formaciones de diversas naciones del Estado español, pero en realidad no fueron más que una pareja a la fuerza que, al pertenecer al mismo ámbito geográfico, no tenían otro remedio que aparecer revueltos en la misma papeleta.

Ésta es una historia de amores e intereses que difícilmente podía tener un final feliz. Vayamos por partes.

En todas las convocatorias de elecciones europeas habidas desde 1987 Eusko Alkartasuna y ERC han concurrido en coalición. En distintas combinaciones con otros partidos y con desiguales resultados, pero siempre juntos. De hecho, se consideraban a sí mismos «partidos hermanos» y hasta celebraban con frecuencia jornadas de trabajo conjunto unas veces en Euskal Herria y otras en Catalunya.

De cara a la convocatoria del 7-J, el núcleo de la dirección de EA llevaba meses pensando en realizar una operación verdaderamente importante en Euskal Herria, que al final no cuajó, pero de la que mantuvieron discretamente informados a dirigentes de ERC.

Sin embargo, a raíz de las elecciones autonómicas en la CAV, ERC decidió encarnar los tópicos que pesan sobre los catalanes. En los comicios del 1 de marzo EA cayó hasta quedarse con un único diputado y Aralar obtuvo cuatro. El 5 de marzo, en declaraciones a Rac 1, el secretario general de ERC, Joan Ridao, anunciaba que «Aralar integra todo este universo de la izquierda abertzale con quien ERC mantiene una muy buena relación», y añadía que por «la fortaleza electoral que ha evidenciado, para ERC es importante a la hora de formar una coalición conjunta en las elecciones europeas». Ni una palabra de EA.

En poco más de veinte días, ERC anunciaba en Donostia el inicio de una relación «bilateral y preferente» con Aralar, así como la voluntad de concurrir juntos a las elecciones europeas. De nuevo, ni palabra de EA.

Ni qué decir tiene que la maniobra de ERC sentó fatal en EA y, por lo que parece, también en otros socios tradicionales de Europa de los Pueblos.

Por esas fechas, Aralar estaba viviendo un momento de euforia electoral. Un día sí y otro también, medios españoles como «El País» la presentaban como el verdadero futuro de la izquierda abertzale y hasta Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior, hablaba de «un panorama muy positivo». En ese contexto, antes de que finalizara el mes de marzo, Aralar y ERC ya habían formalizado su coalición. A EA le quedaba la opción del niño ante el plato de lentejas: si quieres las comes y si no las dejas.

Y se las tuvo que comer, aunque fuera de mala gana. Tras el fracaso electoral y con la dirección en funciones para la preparación de un congreso extraordinario, EA no tuvo ganas ni valor, ni probablemente posibilidad, de afrontar el reto de construir una gran candidatura abertzale en Euskal Herria. Y aceptó su inclusión en Europa de los Pueblos con la única intención de seguir manteniendo su marca en el mercado. Y como su mercado y el de Aralar tienen los mismos límites geográficos, ambos partidos se encontraron casados por lo electoral, con sus logotipos unidos en la misma papeleta y hasta se atrevieron a darle a la pareja un nombre común: «Independentistak eta Ezkertiarrak».

Pero no cabía engañarse, ésta era una unión de conveniencia y con separación de bienes al 50%. Es decir, ambas partes convinieron ante notario que los votos que obtuvieran el 7 de junio y los derechos económicos y las subvenciones a los que dieran lugar se repartirían a medias entre Aralar y EA.

Los buenos resultados de Aralar en los comicios autonómicos se veían contrarrestados por el hecho de que en las anteriores elecciones europeas EA superara los 65.000 votos y Aralar no llegara a los 20.000. Así que ambas partes aceptaron una solución salomónica.

Sin embargo, no todo era a medias. Los acuerdos iniciales de Aralar con ERC y BNG habían hecho que el tercer puesto de la coalición fuera para Iñaki Irazabalbeitia, con derecho a ocupar el escaño de Estrasburgo durante unos meses. Por contra, EA veía que su candidato, Sabin Intxaurraga, quedaba relegado al quinto puesto y sin ninguna posibilidad.

En estas condiciones, no es extraño que Aralar haya sido quien ha llevado el peso de la campaña y lo ha hecho con altibajos temáticos. Entre tanto, EA ha dejado bastante solo a su candidato -al menos públicamente-. El partido de Garaikoetxea estaba en realidad volcado en su proceso congresual y la campaña no le ha podido venir peor, teniendo en cuenta que acabó hasta sufriendo una importante escisión a menos de una semana de las elecciones.

Así que en esta pareja de conveniencia teníamos por un lado a un partido -EA- tambaleante aún del golpe sufrido en las autonómicas y con una terrible guerra interna, a cuyo electorado se le pedía además que fuera a las urnas a dar un voto que sólo acabaría beneficiando al candidato de un partido con el que después debe competir en el día a día.

En estas condiciones, hasta las valoraciones de los resultados han sido divergentes. Sabin Intxaurraga, probablemente con la mente puesta en otra cosa, dijo que la experiencia de la coalición entre abertzales de izquierda había sido «un buen ensayo», y de inmediato echó el ojo a los resultados de Iniciativa Internacionalista para hablar de colaboración. Desde Aralar, por contra, dicen estar contentos de su alianza con ERC y los demás, aunque aseguran que la unión con EA «no ha funcionado», al no haber supuesto «ningún incremento de voto ni fortalecimiento de la opción electoral». También hacen autocrítica por no haber sabido movilizar a su electorado y se ven como muy afectados por el alto índice de abstención.

Pero las elecciones han traído para Aralar otro impacto negativo. Los mismos medios que hace unas semanas les auguraban un futuro prometedor dirigiendo a «la nueva izquierda abertzale» se desdicen ahora de sus propios análisis a fuerza de haberse encontrado de golpe con la realidad. Y no es que simplemente se corrijan, sino que tratan de hacer ver que ellos nunca dijeron que Aralar era la «gran esperanza blanca», sino que fueron otros los que escribieron eso.

Probablemente ni antes estaban tan alto, ni ahora tan bajo. Pero antes y ahora los proyectos políticos deben tener una base sólida, y esta pareja -es evidente- no la tenía.

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