ANÁLISIS El Glorioso vuelve a segunda B
¿Podrá el bravo equipo albiazul resurgir potente otra vez?
La debacle consumada ayer en Mendizorrotza va mucho más allá que un descenso deportivo. A sus 88 años, el futuro de la institución queda en entredicho, arrastrado por sus problemas deportivos, sociales y económicos, y una gestión en la que la voluntad no ha sido suficiente.Al osado acto de alavesismo de Fernando Ortiz de Zarate le han faltado determinación y una política deportiva clara, mientras que le han sobrado dudas y bandazos continuos, para terminar siendo arrollado por la bola de nieve heredada, que no ha dejado de crecer.
Jon ORMAZABAL
Las lágrimas de muchos de los aficionados por un descenso que se veía venir desde hace tiempo van más allá de una simple decepción deportiva. Y es que, aunque muchos ya conocen lo que supone recorrer campos de Segunda B -el ascenso en Jaén de 1995 no está tan lejos- ahora mismo, con los problemas económicos tan acuciantes, lo que muchos de esos seguidores temen es que el de ayer fuera el último partido de su bravo equipo albiazul, que ya nunca más podrá «resurgir potente otra vez».
Fiel a una historia llena de éxitos y fracasos, ocho años después de haber tocado el cielo con la punta de los dedos en Dortmund, el equipo gasteiztarra vuelve a afrontar una situación crítica. En 1985, los problemas económicos condenaron a los albiazules a Tercera y entonces el acuerdo alcanzado por Juan Arregi con el Athletic sacó al Alavés del fango, pero ahora mismo la sensación de que el Glorioso puede morir es muy alargada, por mucho que la directiva de Fernando Ortiz de Zarate maneje un plan B.
Herencia envenenada. El tratar de buscar explicaciones a esta crisis nos lleva irremediablemnente al trienio negro vivido en la entidad bajo el mandato de Dmitry Piterman. Por supuesto que antes y después se han hecho cosas mal, pero la herencia envenenada que dejó el ucraniano-estadounidense ha sido excesiva. Y es que, mucho se habla del agujero económico dejado, pero tanto o mayor ha sido la fractura social creada. Porque justo después de que los niños comenzaran a vestir camisetas albiazules, Piterman convirtió al Alavés prácticamente en una entidad apestada, convirtiendo ir a Mendizorrotza en un acto para valientes o masocas. Sin ese apoyo y presión social que había comenzado a tener, presionar a instituciones o administradores concursales para manejarse con la libertad que sí tienen otros equipos en situaciones muy similares ha resultado mucho más difícil y el desenlace ha sido fatal.
Mucho alavesismo pero pocas soluciones. Uno de los errores de base de la era post Piterman en el que todos caímos fue mensopreciar la nocividad de la gestión del ucraniano. Todos entendimos que tras su marcha, todo sería distinto, que el quipo comenzaría a ganar partidos, que la gente recuperaría la iluión por el Alavés, las gradas se llenarían y con el apoyo de todos, en un plazo medio de tiempo, nos juntaríamos en la Virgen Blanca para celebrar un nuevo ascenso.
Fernando Ortiz de Zarate fue uno de los que más creyó en ese cambio y en un acto valiente, decidió tomar las riendas de un proyecto a la deriva que no ha sabido encauzar. Sin la ayuda que confiaba tener, todo ha resultado mucho más complicado y al Consejo le han faltado soluciones y cierta determinación a la hora de tomar decisiones de calado, para terminar siendo absorvido por una bola de nieve que no supo parar.
Indefinición y vacío en el aspecto deportivo. Absorvidos en cientos de batallas legales y económicas, al Alavés de estos dos últimos años le ha faltado una brújula en el aspecto deportivo. En ninguno de los proyectos liderados por la Junta actual ha habido una idea clara de lo que se quería hacer en el apartado deportivo. El primer año, las prisas y los problemas para echar a andar hicieron que la idea inicial de apostar por un Gonzalo Arkonada que aterminó ascendiendo al Numancia no fuera posible y la alternativa de Uribe apenas duró unos meses, sin llegar a estar en descenso.
Si siempre es necesario tener muy claro el camino a tomar, cuando de salvar a un proyecto bajo mínimos se trata, la continuidad y la estabilidad son aún más necesarias. Pues bien, el Deportivo Alavés ha sido todo lo contrario. En sólo dos temporadas, por las oficinas del Paseo de Cervantes han pasado dos directores deportivos, cuatro entrenadores y más de cuarenta jugadores nuevos, con más fracasos que aciertos.
Dudas desde antes de empezar para este año. Lejos de aprender de los errores, este año se volvió a comenzar el año con enormes distancias entre lo pretendido y lo conseguido. A Javi Pérez se le dio la responsabilidad de crear un equipo nuevo sin dinero y comenzando a trabajar en julio, cuando para conseguir jugadores apetecibles y libres, el trabajo de campo ha de hacerse mucho antes.
En esta tesitura, al de Soraluze le tocó diseñar un plantel con unas coordenadas que tuvo que cambiar enseguida, ya que tuvo que tragar con un Salmerón con el que al principio nadie contaba. Sobre la marcha se fue haciendo un equipo tratando de unificar las sensibilidades de ambos, pero entre limitaciones y errores de bulto, la plantilla se llenó de nombres que no han aportado nada como se vio en el banquillo de ayer.
El barco volvió a girar de golpe con el despido del almeriense y el fichaje de un perfil nuevo como Manix Mandiola que apenas duró dos meses. Con la soga al cuello y unos remiendos de saldo, se volvió a cambiar de estilo y el resultado ha sido el conocido. Tras dos años en los que sólo se han salvado esos valientes de las gradas de Mendizorrotza, resurgir potente otra vez no parece sencillo, por lo que «ánimo pues, valiente Deportivo».