Jesus Valencia Educador Social
Embarrancar en barbecho
Menos mal que el ministro del Interior ha salido en defensa de Balza para aclararnos que don Javier era un fiel vasallo. Mal debe de andar el PNV cuando necesita de semejante defensor
Los místicos, gente muy dada a la poética, suelen describir las temporadas jodidas como «noche oscura». El vulgo, usando metáforas más gráficas, describe las malas rachas como «rodar por chaparral» o «embarrancar en barbecho». Así me imagino la actual situación del PNV en estas horas de purgatorio y quebranto.
Debe de resultar muy duro para la parroquia batzokil sentarse a ver el Teleberri y no encontrar en la cabecera a su omnipresente lehendakari. Por cierto ¿qué ha sido de él? Parecía un personaje imprescindible y ha desaparecido de la escena con mucha más pena que gloria. Salió de Ajuria Enea cargando a sus espaldas una abultada mochila repleta de fracasos. Él era quien iba terminar con las alimañas de ETA, quien marcaría los tiempos y las agendas de los demás, quien elaboró un plan que terminó en el canasto de los papeles y una consulta que nunca se realizó; iba a convulsionar Europa presentando un alegato contra el Estado español y la protesta se limitó a una pantomima filmada desde el aire. Su patético harakiri consistió en llenar de votos las faltriqueras de quienes le estaban dando la patada en el culo. ¿Qué fue del resto de ilustres que le acompañaron en la frustrada aventura? Ninguno de ellos habrá tenido tiempo de revisar su actuación anterior, ya que se encuentran inmersos en las nuevas ocupaciones. Cuatro días tardó el diputado General Aguirre en hacerle un huequecillo a la defenestrada directora de Emakunde. ¿Tan apremiado estaba el Ente Foral que necesitó de Izaskun Moyua nada más quedar ésta en cesantía?
Quienes sí están haciendo una evaluación demoledora de la gestión jelkide son sus sucesores. Pocas veces he visto semejantes dentelladas propinadas por quienes, hasta ayer, eran amigos transversales. Los salientes han robado a la izquierda abertzale cientos de miles de euros y ahora los entrantes los tildan de manirrotos que gastaban el presupuesto en pasear a los familiares de los asesinos. Aquéllos reventaron con brutalidad incontables actos a favor de los presos; éstos los acusan de blandenguería y permisividad por no retirar las fotos de los presos y no aporrear a los porteadores. Los «ibarrétxicos» crearon y financiaron incontables chiringuitos para deslegitimar la lucha popular; no contentos con ello, convirtieron el vestíbulo del Parlamento en una exposición de envoltorios guardacadáveres. Los «zapatéricos» consideran todo esto una birria; ya han anunciado que las asociaciones de víctimas recorrerán los colegios para lavar el cerebro de los críos.
El día que saquearon el local de Zaramazulo en Gasteiz pude ver a ertzainas y guardias civiles arropándose mutuamente. Ahora resulta que no, que los que parecían ser miembros de la Santa Compaña no podían ni compartir mesa para comer en militar hermandad unos garbanzos, que unos perseguían a ETA y los otros la amparaban. Menos mal que el ministro de Interior ha salido en defensa de Balza para aclararnos que don Javier era un fiel vasallo. Mal debe de andar el PNV cuando necesita de semejante defensor. Si su buen nombre depende del testimonio de Rubalcaba, hay que concluir -sin la menor duda- que va dando tumbos chaparral abajo.