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Una versión descafeinada de Mötley Crüe cierra el festival Kobetasonik

Maldita crisis. Nada escapa a ella. Menos gente, ambiente pesimista, aire espeso y mal tiempo. Pese a un gran cartel con Mötley Crüe, Anthrax e In Flames, entre otros, la segunda jornada del Kobetasonik dejó un sabor agridulce.

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Izkander FERNANDEZ

Mötley Crüe es una banda de otro tiempo. Resultaría complicado explicarle a alguien nacido más tarde de 1994 lo que la sociedad formada por Vince Neil, Nikki Sixx, Mick Mars y Tomy Lee supone para la historia del rock n' roll. Seres de otra raza, sus fechorías y su comportamiento destructivo y egoísta no encontraría sitio en la sociedad actual. Ni siquiera lo tendría en la industria musical actual. Pero ellos, como banda, nacieron en los 80 y entonces, todo era diferente. Eran como cuatro cromos de una colección, como cuatro superhéroes de una realidad alternativa en la que el sexo, el rock n' roll y las drogas eran el santo y seña y la diversión sin fin, el último objetivo.

Con más de cincuenta millones de discos vendidos, en los noventa se diluyeron ante el nacimiento de otros movimientos musicales mucho más dóciles para la industria. Casi sucumben pero, a trompicones, sobrevivieron hasta que la primera década del nuevo milenio toca a su fin.«Saints of Los Angeles», un nuevo puñado de canciones marca de la casa pero adaptado a los nuevos tiempos, les ha puesto de nuevo en la órbita y con la descomunal oferta de festivales que sobrevuela Euskal Herria en el último lustro, era de esperar verlos por aquí.

El sábado noche en Kobetasonik llegó la ocasión con la que muchos habían soñado desde que pululaban por el instituto. Y bien, Mötley Crüe no brillaron como era de esperar, aunque tampoco decepcionaron en absoluto.

Acostumbrados a mostrar una puesta en escena despampanante, con juegos de luces imposibles, incontables efectos pirotécnicos, baterías voladoras y demás ganchos clásicos del rock de estadio, lo mostrado en Kobetas fue austero. Simple. Básico. Un escenario, una banda y unos cuantos clásicos del rock. Tampoco muchos, porque la actuación de Mötley Crüe duró hora y media, pero la música real apenas alcanzó la hora.

Clásicos

Abrieron con «Kickstar my heart», como casi siempre, y continuaron otros disparos de descarado rock duro como «Wild side» y «Live Wire». Se sucedieron los clásicos uno tras otro con Vince Neil correcto en las voces y un Nikki Sixx cumpliendo el expediente al bajo. Mick Mars demostró ser un mago de la guitarra y resultó ser el motor de la banda pese a la enfermedad degenerativa que lo atenaza. Tomy Lee, a los tambores, sigue siendo el mismo sinvergüenza peligroso de siempre con quien es mejor no irse nunca de copas. «Motherfucker of the year» y «SOLA» fueron los temas de su último disco que sonaron en Bilbo e himnos del desparrame moral como «Shout at the devil», «Dr Feelgood», «Same Ol' Situation (S.O.S.)», «Primar Scream», «Looks that kill» y «Girls, girls, girls», conformaron el resto de la actuación, sazonada con un insulso solo de guitarra y un estúpido e infantiloíde discurso de Lee. A medias. Sus temas son sus temas, derrochan emoción y hacen que los recuerdos broten, pero no se puede jugar a ser rock de estadio en hora y media sin realmente ofrecer lo que el público espera. Aunque en lo musical estuvieron a la par, en lo artificial la gente se acordará de Kiss pero no de Mötley Crüe.

El resto de actuaciones encumbró a In Flames y Dream Theater, mostró unos Anthrax más clásicos de lo necesario y sorprendió con el hard n' heavy de los suplentes de Thin Lizzy, Lizzy Borden. Papa Roach y Dragonforce quedarán para el olvido, Buckcherry supieron a poco por lo corto de su actuación y los integrantes de Ekon hicieron lo que pudieron por luchar contra su inhumano horario.

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